Vitoria. Pocas veces los números han reflejado con la meridiana claridad de ahora la implacable superioridad de un ogro y la dolorosa inferioridad de otro grande inmerso en una crisis de identidad y venido a menos en la presente temporada. El Barcelona gobierna con puño de hierro la semifinal y, además, lo hace con todo merecimiento. Sus dos inapelables victorias se han sustentado en una solidez a prueba de bombas, mientras que el Baskonia ha resistido a duras penas sus temibles derechazos al mentón.
Todos los apartados del juego, algunos muy indicativos sobre las hechuras colectivas, están siendo dominados de cabo a rabo por la apisonadora culé. Mientras los de Xavi Pascual no han exhibido ninguna grieta en su engranaje y extraen petróleo de la amplitud de recursos de una plantilla interminable, Dusko Ivanovic se ha visto amputado de pies y manos ante un puñado de deserciones y sigue descansando sus esperanzas en un reducido número de piezas exhaustas por la abrasiva intensidad de la que hace gala un oponente revitalizado por sus continuas rotaciones.
Más allá de que el inabarcable presupuesto catalán le permite toda clase de lujos vetados en las oficinas del Buesa Arena, el rendimiento baskonista está rayando muy por debajo de lo esperado. El dato más significativo radica en que el rodillo barcelonista ha frenado en seco el ataque más productivo de la ACB durante la fase regular. De anotar casi 80 puntos de media, el Caja Laboral se ha quedado en los dos primeros pulsos en unos escuálidos 66,5, en parte por la irrisoria aportación de sus hombres de perímetro.
Pero han existido otras razones de peso que motivan el adverso 2-0 que campea en estos momentos en una serie claramente desnivelada. Además de haber ejecutado once lanzamientos menos a canasta entre lanzamientos dobles y triples o haber acudido en trece ocasiones menos a la línea de tiros libres, los porcentajes vitorianos han dejado mucho que desear. Y eso en un grupo que fía buena parte de sus opciones de éxito a la ruleta rusa del triple acaba pesando como una losa.
Sin liderazgo Sólo los primeros cuartos de ambos partidos han arrojado un balance mínimamente aceptable y permitido vislumbrar un mínimo de luz. Con el paso de los minutos, y a medida que ambos técnicos llaman a filas a los integrantes de la segunda línea para ir dosificando a los titulares, el empuje del Caja Laboral se ha desvanecido por completo. Maniatado Marcelinho Huertas por esa pegajosa lapa llamada Víctor Sada que se ha erigido en el principal bastión del campeón de Copa, la clarividencia ofensiva se ve resentida muchos enteros. Y el escudero fichado por el club en vísperas del inicio de los play off para poner fin a la soledad del brasileño, Milt Palacio, no ha hecho sino acrecentar la sensación de falta de liderazgo en la dirección de juego.
El juego más sincronizado y compacto puesto en práctica por el Barcelona se ha traducido, por ejemplo, en el doble de asistencias (35 por 17) o en cinco pérdidas menos (23 por 18). La tibieza acreditada por los alaveses desde el principio de temporada en labores de contención se mantiene inalterable en estas series finales. Sorprende sobremanera el irrefutable dato de que los pupilos de Ivanovic apenas hayan robado entre los dos partidos diez balones, seis menos que su adversario.
Otro aspecto capital que juega a favor de los intereses blaugrana tiene que ver con su abrumadora superioridad reboteadora. Frente al mejor quinteto de pívots del Viejo Continente que aúna altura, envergadura y poderío físico a partes iguales, Stanko Barac constituye un recurso insuficiente. La irrisoria aportación de hombres como Mirza Teletovic o Esteban Batista, sin obviar la poca colaboración de los exteriores, se ha traducido en 23 rechaces menos. De ahí que las posibilidades de salir al contragolpe y materializar canastas fáciles se cuenten con los dedos de una mano.
Y, por último, figura la residual producción del banquillo. Logan, Batista, Palacio, Ribas y Dragicevic se han convertido en unas figuras decorativas en el Palau. Apenas 19 puntos concretan un bagaje que, comparado con el del Barcelona, resulta desolador. Sustentado en el mejor fondo de armario de la competición, el cuadro catalán se ha nutrido de la friolera de 62 puntos. Como el día y la noche, en definitiva.