Cuando un equipo se refuerza con dos jugadores apenas unos días antes de arrancar los play off nadie espera que se adueñen de un rol crucial a las primeras de cambio. El papel destinado a hombres como Milt Palacio o Vladimir Dragicevic no es robar minutos, y por lo tanto protagonismo, a los pesos pesados del vestuario, destinados a tomar las riendas de su destino en el momento decisivo de la temporada. Sin embargo, aceptada la premisa, lo que seguro que muchos seguidores baskonistas se preguntaron ayer mientras veían el partido era si ambos fichajes -por motivos diferentes- no podrían dar más de lo que hasta ahora han desplegado.
Especialmente curiosa es la aportación del ala-pívot montenegrino en los dos encuentros disputados esta semana en Barcelona. Ayer, Dragicevic estuvo dos minutos sobre el parqué del Palau. El pasado viernes jugó cuatro. Palacio, cuyo rendimiento está sorprendiendo -por lo negativo- a todos los que el curso pasado agradecieron su templanza en la dirección de juego, ha sido más constante, cubriendo las espaldas de Marcelinho Huertas durante ocho minutos por partido.
Los caminos de Ivanovic son inescrutables. Sólo él puede explicar por qué Pau Ribas, en constante línea ascendente en los últimos partidos, no pasó de ayer de los siete minutos cuando en el duelo inaugural de estas semifinales elevó su minutaje hasta los 25. Sólo él puede explicar los motivos que le llevan a conceder hasta quince minutos a un jugador como David Logan, señalado hace un par de semanas por su autocomplacencia. Ivanovic, cuyo futuro en Vitoria sigue siendo una incógnita por despejar, nunca ha sido amigo de las rotaciones ni las plantillas amplias. "A una guerra sólo vas con la gente en la que crees", dijo antes de arrancar la reválida del título.
Por lo visto ayer, la fe del preparador balcánico se circunscribe, llueva o truene, a un puñado de hombres que, a estas alturas de la temporada, empiezan a acumular demasiado cansancio en sus piernas. Y, sin la aportación mínima que se le exige al banquillo, el problema se ha vuelto irresoluble para este Caja Laboral, que ayer asistió impertérrito a la explosión de la segunda línea del Barcelona. La comparación entre ambos equipos no dejó lugar para la interpretación. De los 62 puntos anotados por la escuadra alavesa, sólo siete llegaron desde el banquillo. Dos puntos de Logan, otros dos de Esteban Batista y un triple de Ribas fue todo el bagaje anotador del plan B baskonista. En el bando culé, los suplentes aportaron 37 de los 78 puntos con los que el Barça dejó encarrilada la semifinal a expensas del partido del miércoles en el Buesa Arena. Ayer, como tantas veces a lo largo de esta convulsa e inestable temporada, el Caja Laboral adoleció de la falta de empuje de los hombres destinados a insuflar oxígeno al equipo más allá del quinteto titular.
descanso para navarro Mientras Teletovic o San Emeterio quedaban abocados a sudar sin descanso durante 36 minutos -ambos clavaron la misma cifra-, Barac, Oleson y Huertas siguieron de cerca a sus compañeros con 27, 25 y 28 minutos por cabeza. Sólo las cuatro faltas del timonel brasileño evitaron que superara una vez más la treintena. Por su parte, Xavi Pascual, bendecido con la plantilla más extensa y talentosa de toda Europa, no dejó tiempo a sus pupilos para calentar el asiento. De sus doce jugadores, sólo Víctor Sada -cuya ausencia en la selección española para disputar el Europeo sería una afrenta al sentido común- alcanzó los 25 minutos. Ni siquiera Navarro llegó a superar la veintena. Pero el dato realmente escalofriante habla por sí mismo. Todos, los doce jugadores blaugranas, sumaron alguna canasta. De hecho, salvo Erazem Lorbek, el resto de hombres del cuadro catalán se fue al descanso con al menos dos puntos en su haber.
El baloncesto, ese deporte en equipo en el que muchos se empeñan en hacer la guerra por su cuenta, dio ayer una bofetada de realidad al Baskonia. O logra rearmarse con todos sus soldados, o la cuarta Liga azulgrana será esta semana un sueño por postergar. Porque, aunque muchos ya no recuerdan sus nombres, la consecución del tercer entorchado liguero que aconteció hace ahora un año también llegó de la mano de gente como Walter Herrmann, Lior Eliyahu o el ahora irreconocible Milt Palacio. Su esfuerzo, aunque en pequeñas y casi siempre puntuales dosis, fue el barniz que dotó a aquel Caja Laboral de la consistencia necesaria para hacer tangible lo imposible y superar al Barça con 3-0. Ahora, la gesta se antoja más heroica si cabe.