Vitoria. Dusko Ivanovic quiso mostrar su faceta más ambiciosa antes de afrontar una cita que en Israel se aprecia como una merienda de negros. El Caja Laboral se ha encontrado en el país hebreo con un ambiente teñido por la euforia, seguramente injustificada, tras la victoria que el Maccabi se llevó como botín de su visita a Vitoria, y el técnico montenegrino, líder espiritual del baskonismo, dio la cara para elevar el nivel de autoestima de sus pupilos antes de afrontar la que se presenta como una cruenta batalla. "Todavía no hemos dicho nuestra última palabra en esta eliminatoria", advirtió Ivanovic. Y sus palabras no suelen caer en saco roto.
Bien sabe el técnico del conjunto azulgrana que este tipo de compromisos se deciden casi tanto sobre el parqué como en el vestuario, y quiso hacer ver que la serie todavía está muy abierta. "El Maccabi todavía no está clasificado para la Final Four", recordó Ivanovic. Y prometió guerra: "Mi equipo va a luchar hasta el final de sus fuerzas en Tel Aviv, o donde sea que tengamos que jugar. Y además jugaremos sabiendo que podemos ganar". Así de claro. Así de contundente. Así de Ivanovic. Quiere trasladar esta convicción a sus jugadores, que quedaron tocados tras ceder en los últimos minutos del encuentro del pasado jueves un triunfo que podría haber supuesto el billete para la próxima cita de Barcelona.
En cualquier caso, el entrenador balcánico volvió a evidenciar que jamás pega puntada sin hilo. Y si en su discurso hubo espacio para rebajar la euforia de la hinchada hebrea y colocar al rival en su sitio, también reservó un mensaje para su propio equipo. "Si queremos ganar y conservar nuestras opciones de pasar, deberemos jugar mucho más fuerte, mucho más duro de lo que lo hicimos en el segundo partido", matizó Ivanovic, que ha trabajado estos días con sus jugadores para evitar que el Maccabi "consiga canastas fáciles en transición".
La eterna insatisfacción de Ivanovic, más justificada esta temporada que cualquier otra, parece en cualquier caso que cala en el vestuario baskonista. Pau Ribas, un jugador que con el paso de las semanas comienza a encontrar su rol en el equipo y a aportar lo que se espera de él tanto en defensa como en lanzamiento exterior, así lo hizo ver ayer. En el seno de la plantilla azulgrana reinan las ansias de enmendar el error cometido el jueves.
"Aunque tuvimos una clara opción para ganar el segundo partido, no estamos en absoluto satisfechos con el trabajo que hicimos", aseguraba el escolta catalán. "Fuimos demasiado blandos y les concedimos muchas canastas fáciles", recita Ribas el discurso de su entrenador como si lo hubiera memorizado. "Para vencer al Maccabi tenemos que jugar mucho más duro y estar concentrados durante los cuarenta minutos", añade.
Entre los aspectos a vigilar para mejorar la imagen respecto al duelo precedente se incluye la lucha por el rebote. Se ha convertido en un mal endémico, un lastre que le ha complicado mucho la vida al equipo vitoriano en muchos de los encuentros disputados hasta la fecha. Y el rival de esta noche, con poderío interior, ya sacó provecho de la tibieza baskonista en las proximidades del aro. "Es otro aspecto que debemos mejorar. No podemos permitir que nos hagan canastas fáciles tras rebote", añade Ribas, respetuoso con el rival -"el Maccabi es un gran equipo", dice-, pero convencido de que el combinado azulgrana tiene opciones de ganar cualquiera de los dos partidos que debe afrontar en dos días en el Nokia Arena.
"Nosotros confiamos en nuestras opciones y creemos que podemos cerrar la serie en Tel Aviv", asegura el escolta badalonés. Sus palabas suponen una evidencia de la labor de Ivanovic en el vestuario. A pesar del entorno de confianza reinante en Israel y de las 11.000 gargantas que tratarán de llevar en volandas al Maccabi en su cancha, el plantel, agotado y mermado, conserva la fe.
"Confío en mi equipo y sé que vamos a darlo todo en estos dos partidos", aseguraba el ideólogo del Caja Laboral. El primer objetivo parece conseguido. El Baskonia no saltará asustado al parqué del Nokia Arena.