Miles de seguidores baskonistas se llevaron las manos a la cabeza en el mismo instante. Marcelinho Huertas, inmenso durante la mayor parte del encuentro, tenía el peor fallo imaginable en el peor momento posible. El base brasileño perderá el sueño durante muchos días con una maldita jugada que ningún jugador quiere vivir en sus carnes. Con 81-80 en el marcador, a falta de apenas unos segundos para que el segundo partido de esta serie quedara finiquitado, el timonel se botó el balón en el pie. Los nervios y la rabia de saberse culpable de una pérdida crucial llevó al paulista a tomar de forma inmediata la peor decisión que podía acometer, hacer falta a Jeremy Pargo cuando éste se disponía a entrar a canasta. El equipo azulgrana, en bonus, quedaba a expensas del acierto del jugador norteamericano desde la línea de personal. La esperanza inundó el Buesa Arena cuando el base del Maccabi de Tel Aviv erró su segundo tiro, dejando el electrónico en un cardiaco 81-81. Antes, un hasta entonces desaparecido Lior Eliyahu ya había noqueado a su exequipo con un 2+1 tras la quinta falta de Esteban Batista, descomunal durante todo el duelo.

Con el encuentro igualado, el balón ardía como recién salido del infierno para los pupilos de Dusko Ivanovic. Ninguno quería tenerlo en sus manos mientras el segundero se consumía y el partido parecía marchar directo a la prórroga. Casi sin pretenderlo, la bola acabó en David Logan. El escolta baskonista, letal por segundo encuentro consecutivo desde los 6,75 metros, se sentía henchido de confianza para anotar la canasta ganadora y convertirse en el héroe de la noche. Pero su lanzamiento de dos puntos no halló el destino deseado por un público que abarrotaba las gradas del pabellón de Zurbano y tuvo que soportar el poco educado comportamiento de los contados aficionados hebreos que acompañaban a la escuadra de David Blatt. Por segunda vez, Pargo enfilaba el camino a la canasta azulgrana para jugarse la heroica acción que Logan había desaprovechado segundos antes. Acertó desde la lejanía, y su canasta endosó el definitivo 81-83 a los vitorianos. El mundo se derrumbó en un suspiro cuando la noche había transcurrido casi perfecta.

Pese a su bajón de juego en la segunda mitad, el Baskonia había encontrado en Esteban Batista al aguerrido espartano que tantas veces había echado en falta el plantel baskonista. Su tapón a Richard Hendrix o su clase magistral en la ejecución del pick and roll de la mano de Marcelinho Huertas levantaron de sus asientos al enfervorecido público del Buesa. El pívot, enarbolado por los gritos de "Uruguayo, uruguayo", vivía en una nube de la que no presagiaba que estaba a punto de caer. "Perder de esta manera duele mucho", admitió Batista tras la que había sido su mejor actuación en esta Euroliga. Con los cuartos viajando ya dirección Israel, la Mano de Elías será ahora el escenario de una afrenta para la que el Baskonia deberá recobrar cuanto antes la autoestima.