Vitoria. Hay licencia para soñar. El Baskonia que se trastabilla a nivel doméstico quiere pisar fuerte en Europa y, tras hincar el diente por primera vez al Maccabi, ya hace oposiciones para su quinta Final Four de la historia. En lo que constituyó el arranque soñado del play off de cuartos, asestó ayer el primer golpe de efecto a una serie que promete ser bélica y, probablemente, lo suficientemente larga como para no cantar victoria antes de tiempo. Más allá del momentáneo 1-0, la entrega inicial dejó como plausible conclusión la certeza de que el baskonismo se halla a las puertas de un sueño real. Para descabalgarle de la magna reunión de Barcelona, el ogro hebreo deberá derramar sangre, sudor y lágrimas. Eso y tener los arrestos suficientes para profanar un Buesa Arena que ruge como nunca en las citas de máximo calado.

Apoyado en veinte excelsos minutos iniciales en los que cimentó un triunfo de oro a base de ingentes dosis de sudor, una inmejorable optimización de los recursos por parte de Ivanovic y un inmaculado acierto exterior, el Baskonia se adueñó de la delantera. En una impecable primera mitad donde rozó la perfección, puso unos sólidos cimientos antes de soportar las brutales embestidas visitantes tras el descanso y recuperar nuevamente el fuelle en un epílogo embriagador. Su regularidad contrastó con los altibajos de un Maccabi demasiado inestable que necesitará elevar su rendimiento para salir vivo de la olla a presión alavesa.

Y es que el Caja Laboral ganó y también convenció pese a las estreches de un marcador que debió ser más amplio al computarse los méritos de unos y otros. El cuadro de Blatt, empequeñecido ante la garra de los contados gladiadores locales, despertó tardo del letargo. Y, cuando lo hizo, adoleció de convicción y fe. Si se metió en la pelea fue más por las pérdidas locales que por su clarividencia, más allá del poderío acreditado por Hendrix.

Pronto entró en erupción el Buesa Arena ante el empuje inicial de un Baskonia dispuesto a acometer la defunción macabea por la vía rápida. En un día propicio para doctorarse a nivel continental, la tropa vitoriana dio con la tecla adecuada para destapar el tarro de las esencias en unos veinte minutos iniciales donde sembró lo suficiente para recoger más tarde los frutos. Pese a su desventaja numérica, agrandada con la baja de última hora de Bjelica, y el temible fondo de armario amarillo, el duelo amaneció con un abrumador dominio local.

Defensa y triples Cuando un momento álgido de la temporada requería dar una vuelta de tuerca, emergió posiblemente la versión más rocosa y sólida apreciada hasta la fecha. Empujado por el aliento de ese sexto jugador que suministró el aire indispensable, el grupo de Ivanovic firmó una primera parte de ensueño. Merced a un sobresaliente rigor defensivo que maniató a la práctica totalidad de estrellas visitantes y un prodigioso acierto triplista, la balanza se decantó hacia un bando local con los ojos inyectados de sangre.

Fueron únicamente ocho escuálidos hombres, pero todos impregnados de un espíritu irreductible y comprometidos como nunca para dar réplica a un ejército más numeroso que rotó sin conseguir minar el granítico armazón azulgrana. Huertas dirigió con la eficiencia que le caracteriza, Logan destapó su instino asesino con una compulsiva producción anotadora, San Emeterio tiró de su célebre casta, Teletovic bajó al barro y Barac y Batista, la misma roca que en Fuenlabrada, empequeñecieron a Schortsanitis.

El Maccabi se consumió dentro de su propia inoperancia en el juego estático. Sólo el elegante Eidson se aisló de la mediocridad, mientras los anárquicos Pargo y Perkins se topaban contra un bosque de brazos y piernas en sus alocadas penetraciones. Pero el ogro hebreo no había dicho su última palabra y le sobraban cartuchos en la recámara. Uno de sus múltiples actores secundarios, Hendrix, fue el encargado de meter el miedo en el cuerpo al inicio del tercer cuarto, marcado por la sangría del juego interior y las centelleantes transiciones amarillas que estrecharon sobremanera el marcador (61-57). Afortunadamente, el conato de insurgencia no pasó a mayores. Dentro de 48 horas, un segundo capítulo que debe asomar a los azulgranas al precipicio de la gloria.