madrid. Con más dudas que nunca, sin la vitola de favorito que le ha acompañado durante otras ediciones coperas y con la creencia generalizada en sus rivales de que sus días en la capital madrileña están casi contados, el Caja Laboral busca hoy dar la primera zancada hacia la séptima Copa del Rey de su historia. El equipo vitoriano abre el torneo ante el Bilbao Basket en un derbi de pronóstico incierto que, a priori, arroja un equilibrio de fuerzas. Tan cierto es que emite hoy en día síntomas de vulnerabilidad como que en esta clase de eventos suele dar lo mejor de sí mismo, mostrar su célebre espíritu competitivo y exhibir el oficio del que su oponente de esta tarde adoleció en la pasada Copa.

Si bien el título parece un techo inalcanzable dado el terrorífico calendario en las siguientes eliminatorias, el Baskonia está obligado como mínimo a salir vivo de este cruce de cuartos para firmar un digno papel. Lo demanda su historia, su idilio con un torneo que le va como anillo al dedo y también su afición, que se ha desplazado en masa hasta Madrid para brindarle su aliento. Para satisfacer ese deseo, los de Ivanovic necesitan dar un paso al frente, elevar varios centímetros el tono de su discontinuo baloncesto y apelar a una defensa más aguerrida. Si no es así, el Bilbao Basket, al que ha doblegado en los dos enfrentamientos coperos disputados hasta la fecha por los dos vecinos vascos, aprovechará cualquier resquicio de debilidad azulgrana gracias a la notable plantilla que ha confeccionado para este ejercicio.

Tras varios meses de sinsabores, derrotas dolorosas y tinieblas en el juego, ha llegado la hora de que jugadores y técnicos rayen al nivel que se presupone. Las esperanzas siguen intactas a nivel doméstico y la Euroliga, pero esta Copa constituye para muchos el camino más corto hacia los títulos los títulos. Por tratarse del escenario más propicio para que Barcelona y Real Madrid destapen su lado humano, los alaveses deben dar el do de pecho y justificar su dictadura dentro del baloncesto vasco.