faltaban unos minutos para que la primera semifinal de esta Supercopa se dirimiera hacia uno u otro lado pero el ambiente que se respiraba en el Buesa Arena no se diferenciaba demasiado del vivido hace tres meses en el decisivo partido de la final contra el Barcelona. Será éste un torneo menor, un final de pretemporada más que un inicio de la competición, pero es bien sabido que el pabellón de Zurbano no acostumbra a modular sus gritos de ánimo en función de la importancia del contexto o el rival al que se mide el Caja Laboral. Eso sí, una afición que es capaz de hacer salir a sus jugadores del vestuario tras ser apalizados por el Real Madrid en la última Copa del Rey sabe cuando su equipo merece un arreón, cuando es necesario sacar los pitos a relucir y cuando, como ayer, la indiferencia es la mejor de las respuestas.

Por mucho que ilusionara vencer este torneo de larga tradición azulgrana, el público del Buesa entendió que, a estas alturas, la escuadra alavesa no es sino un esbozo de lo que puede llegar a ser. Por eso, cuando el lanzamiento imposible de Mirza Teletovic sobre al bocina fue repelido por el aro, sus esfuerzos se centraron más en conservar sus gargantas para el duelo entre Real Madrid y Barcelona -más bien para los primeros- que para otra cosa.

Pero antes de eso, antes de que el equipo dirigido por Ettore Messina se resquebrajara a las primeras de cambio hasta casi desaparecer para sorpresa de propios y extraños, las gradas del pabellón vitoriano -que finalmente no se llenó- hirvieron con un Baskonia en el que, en su tercera campaña como azulgrana, Fernando San Emeterio demostró haberse convertido ya en un icono baskonista. Su nombre fue el más coreado en la rueda de presentación y su garra sigue levantando del asiento a una grada que horas después aplaudía no sin cierta sorna la salida a cancha de Sergi Vidal en la segunda semifinal. Mientras la figura de Prigioni continúa siendo objeto de crítica e insultos por parte de la que un día fue su afición, parece que el alero catalán -tal vez porque juega tan poco que casi no se le puede considerar jugador madridista- sigue ocupando un hueco en el imaginario colectivo del cuadro vitoriano. Quién iba a decir que una canasta del Madrid iba a llegar a corearse en el pabellón de Zurbano acompañada de irónicos gritos de MVP.

problemas con el micrófono A la espera de que el inicio de la Liga ponga los motores en marcha, la Supercopa sirvió para que comprobar cómo, mientras algunas cosas cambian, otras continúan impertérritas. Por ejemplo, la negativa de Dusko Ivanovic a dejar que el micrófono de la televisión capte sus indicaciones durante alguno de sus tiempos muertos. A regañadientes, el preparador balcánico ha acabado por permitir la práctica como norma aceptada por todos los entrenadores. Pero, como toda norma, tiene su excepción, y ayer, mientras las cheerleaders bailaban al ritmo de Beyonce, una responsable de TVE discutía con el banquillo azulgrana tras un tiempo muerto en el que no se les permitió captar las órdenes que Ivanovic impartía a los suyos. Una práctica que, como bien puede atestiguar Sergio Scariolo, puede volverse en contra del protagonista.

Hoy, a partir de las 19.00 horas, la final entre Barcelona y Power Eletronics Valencia pondrá punto final a una Supercopa que ha traído a Vitoria lo mejor del baloncesto estatal durante un par de días. La asistencia, a pesar del poco volumen de aficionados que han acompañado a los equipos visitantes, es digna de elogio a pesar de no haber colgado el cartel de no hay billetes. A partir de ahora, el Buesa se despide durante unos años de este tipo de celebraciones como consecuencia de sus obras de reforma. Cuando vuelva a acoger un evento como éste, sus gradas albergarán a quince mil gargantas.