Vitoria. En agosto de 2006, durante el Mundial de Saitama que coronó a la selección española, un base descarado e insultantemente joven se destapó como una de las mayores promesas de este deporte. A escasos días de iniciar su aventura americana, la actuación de Sergio Rodríguez en aquel torneo auguraba una carrera plagada de éxitos. Pero nada más lejos de la realidad. Cuatro años después, el Chacho se ha visto obligado a desandar el camino recorrido y, después de probar fortuna sin demasiado éxito en tres equipos diferentes de la NBA, busca la redención en un Real Madrid que le ha abierto las puertas, la billetera y lo acoge como la gran esperanza para liderar la dirección de juego, la pasada campaña en manos de un Pablo Prigioni en horas bajas.
Fuera de las listas del combinado nacional incluso tras la baja de última hora de José Manuel Calderón, uno de sus maestros, el canario estrenará esta noche en el Buesa Arena su nueva camiseta. Aunque su talento como jugador queda fuera de toda sospecha, el rendimiento que pueda ofrecer a las órdenes de Messina, que lo necesita como el comer, supone una incógnita.
Relegado a un segundo e incluso tercer plano por Nate McMillan en Portland por su cuestionable solidez defensiva, su escasez de minutos generó una oleada de críticas por parte de algunos medios españoles hacia el preparador de los Blazers. Su traspaso a los Kings, por aquel entonces la peor franquicia de la competición americana, echó por tierra los argumentos. En Sacramento tampoco encontró la continuidad que buscaba, e incluso fue traspasado mediada la temporada pasada a los Knicks, un equipo en plena reconstrucción y que contaba con un amante del baloncesto ofensivo, Mike D"Antoni, como entrenador.
El antiguo técnico de la legendaria Benetton de Treviso apenas tardó unos partidos en retirarle la confianza que en un principio le había concedido. Poco a poco el rookie Toney Douglas acabó comiéndole la tostada al ex jugador de Estudiantes, que durante el verano tuvo que renunciar a su sueño de triunfar en el baloncesto americano para regresar a España.
La suculenta oferta (1,2 millones por cada una de las tres temporadas) que la directiva blanca puso sobre la mesa acabó por convencer a un jugador que pretende destapar de nuevo el tarro de las esencias para deleite de la alicaída afición blanca. El Buesa Arena puede convertirse en el primer escenario que disfrute de las ansias de reivindicación con las que el canario pretende olvidar cuatro años de fracasos concatenados. "Vengo con muchas ganas e ilusión a ganar este torneo", advirtió ayer cuando, de nuevo con una sonrisa, llegó junto a su nuevo equipo a Vitoria.