Vitoria. Resulta que la plantilla que muchos denominaban "de transición" ha acabado por convertirse en un elenco de gladiadores capaces de cargarse por la vía rápida en la final de la ACB al que todos denominaban como el mejor equipo de las últimas décadas. El bloque que algunos tildaban de "parcheado" para paliar la marcha de algunos de los referentes de la historia reciente del baskonismo -Prigioni, Mickeal, Rakocevic...- ha acabado por erigirse en un colectivo tan solvente como la mayoría de los que han lucido con orgullo la marca Baskonia, una estirpe de luchadores, de competidores, que en esta ocasión se ha visto sublimada en una final que permanecerá en la memoria de la hinchada azulgrana durante décadas.
Muchos son los zarpazos del destino que ha tenido que sortear Dusko Ivanovic a lo largo de los últimos nueve meses. Demasiados, quizá, para que el técnico montenegrino pudiera por fin ofrecer la medida de la plantilla que, ante las dudas de muchos y la crítica feroz de unos pocos, se configuró el pasado verano. Pero al final, aun con los vaivenes de una temporada marcada sobre todo por las lesiones, el Caja Laboral que se ideó en agosto ha acabado por brillar en el momento álgido de la temporada, justo en el instante en el que se decidía la identidad del mejor equipo de la ACB. Ayer quedó claro. No es ni el Barça, ni mucho menos el Madrid, protagonistas anticipados de la que denominaban liga bipolar. Es un Baskonia que, como sus componentes, se ha crecido ante la adversidad para alzarse con el tercer título doméstico de su historia.
En un análisis sosegado y con cierta perspectiva podrían sacarse incluso conclusiones positivas de los angustiosos periodos en los que Ivanovic ha tenido que lidiar sin alguna de sus piezas. Han sido muchas las citas a las que el equipo vitoriano ha acudido huérfano, incluso, de sus hombres clave, como Splitter. Y aunque es cierto que las lesiones supusieron que el nivel global del equipo se resintiese, y que alguna opción más de título se esfumase entre los dedos, también se produjo un efecto de transferencia de la responsabilidad que en pocos equipos se podría haber dado como se ha producido en el Caja Laboral a lo largo de la temporada que ayer pereció ante el asombro generalizado.
Jugadores como Fernando San Emeterio o Marcelinho Huertas, en principio reclutados para ocupar papeles secundarios, han terminado por convertirse en hombres capaces de asumir las decisiones en los momentos determinantes. Porque si bien Splitter ha sido el tipo más desequilibrante de la temporada en la ACB, como se le reconoció con la concesión del título de MVP, el paso adelante que en el transcurso de los meses han dado otros compañeros han terminado por convertir al baskonista en un equipo temible, por sus numerosas amenazas, para medirse en una eliminatoria de play off.
Bases. Dudas hasta el final
La eclosión definitiva de Huertas en los play off tampoco puede ocultar los problemas que durante todo el ejercicio ha padecido el bloque a raíz de la ausencia de un referente en la dirección del equipo. La idea primigenia de la dirección deportiva pasaba por redescubrir para esa posición a Pau Ribas. Pero el experimentó fracasó. El catalán ha concluido la temporada en un excelente momento de forma, aunque actuando en el puesto para el que parece más indicado. Como escolta, explotando su más que aceptable lanzamiento exterior y su sobresaliente capacidad defensiva, Ribas ha justificado su fichaje. Pero su fracaso como base, unido a la intermitencia de Marcelinho, forzó la contratación de dos parches, Palacio y Singletary, que han ofrecido un rendimiento bastante discreto. Ya en pretemporada, a causa de los problemas físicos de Huertas, el equipo tuvo que hacerse con un temporero en esta posición, el puertorriqueño Andrés Rodríguez, que disputó algunos minutos en la semifinal de la Supercopa.
Al final, Ivanovic ha logrado moldear a Marcelinho para convertirlo en un jugador más apegado al estilo de su equipo. Aun con las revoluciones siempre un poco por encima de lo que desearía el preparador montenegrino, el Baskonia ha encontrado en él un director de juego de garantías, capaz de desenquistar situaciones comprometidas y de convertirse en una de las principales ofensivas del equipo.
Perímetro. Los suplentes titulares
Donde más se han visto trastocados los planes diseñados en principio por Ivanovic y Querejeta ha sido en las posiciones exteriores. Oleson y Herrmann llegaron en un principio para formar parte del quinteto inicial del equipo azulgrana, si bien sus lesiones de larga duración obligaron a variar el rumbo sobre la marcha. Carl English, que fue de más a menos para recuperar el tono en las eliminatorias por el título, se convirtió de la noche a la mañana en el escolta titular de un equipo que aspiraba a pelear por todo. El enorme cambio -llegaba procedente de un equipo menor de la ACB- le acarreó algunas noches aciagas, en las que la presión pesó en exceso, aunque cumplió a buen nivel durante la primera mitad del ejercicio. Tras el retorno de Oleson y su progresiva puesta a punto, el canadiense ha recuperado el rol inicialmente previsto, y tanto él como el equipo lo han agradecido. Aunque no seguirá en Vitoria el próximo año, sus minutos en la final han sido siempre de calidad.
El caso de San Emeterio, uno de los que se ha aprovechado de la plaga de bajas, resulta paradigmático. Ha pasado de no contar, de tener un pie y medio lejos de Vitoria, a erigirse en el apagafuegos de un equipo que, en parte, ha llegado hasta donde ha llegado gracias a su pundonor y a su creciente confianza. El cántabro, que ha cerrado la temporada con méritos como para ganarse una plaza en la selección que disputará el próximo Mundial de Turquía, ha suplido con brillantez la baja de un Herrmann que a la larga ha sido útil pero que en absoluto se asemeja al jugador que maravilló en Unicaja y Fuenlabrada. Al final, el argentino ha alternado sus apariciones como tres alto para equilibrar los desajustes y como cuatro. El equipo ha agradecido su intensidad, aunque San Emeterio, tras su excelente temporada, ha conservado su plaza en el quinteto. Ni Micov, ni Lofton, ni Taquan Dean, exteriores reclutados de urgencia para parchear la plantilla, gozaron de demasiadas oportunidades para exhibir su valía, aunque el montenegrino aportó algún partido interesante en Euroliga.
Juego interior. La soledad de Splitter
La omnipotencia de Tiago Splitter y su tremendo peso en el juego del equipo han vuelto a quedar ratificados esta temporada. El brasileño, confirmado ya como el mejor pívot del continente, ha brillado a una altura sideral en la que podría haber sido su última campaña en la capital alavesa. Sus problemas en la espalda, en una fase clave de la competición, acabaron por restar cualquier opción de disputar la Copa del Rey de Bilbao y complicaron mucho la travesía baskonista en la Euroliga. Sin él, se vivieron los momentos más angustiosos del año, sobre todo porque un Barac que había iniciado la temporada de manera esperanzadora acabó ahogándose ante el reto de cubrir su ausencia. El croata, que se ha perdido la final por segundo año consecutivo, va agotando el crédito a largo plazo que le concedió el club.
Al margen de Golubovic, que ha aportado lo justo, los otros dos interiores del equipo, Eliyahu y Teletovic, han firmado sendas trayectorias bastante irregulares. El bosnio, uno de los pilares del equipo (siempre gracias a su soberbio lanzamiento exterior), se ha desinflado en la recta final, mientras que el hebreo, un talento por pulir, sólo ha ofrecido su calidad con cuentagotas tras padecer problemas físicos que lo lastraron durante meses. Ambos evidenciaron que tienen mucho más talento para el ataque que para la defensa.