vitoria. Más esperanzador que el Bloody Sunday y menos terrorífico que un Viernes 13, los martes pasan a ser definitivamente el día del orgullo baskonista. Por reiteración -y por contundencia- el segundo día de la semana se ha convertido en un auténtico talismán para la escuadra vitoriana. Los tres títulos de Liga han llegado en días como ayer, y en todas las ocasiones ha sido con un impoluto 3-0 en la eliminatoria. Por si fuera poco, en los tres ha encarado la serie con el factor cancha en contra.
Aunque dicen que las casualidades no existen, los éxitos del conjunto azulgrana se atreven a contradecir semejante afirmación. El primer entorchado liguero llegó un 18 de junio de 2002 con el Unicaja de Málaga como rival. De la mano de Laurent Foirest y Andrés Nocioni (ambos con más de 20 puntos por cabeza) y guiados por un Elmer Bennett que hizo saltar por los aires uno de los récords de las finales al acabar el partido con diez asistencias, el por entonces TAU Cerámica levantó su primer campeonato en una noche de euforia para el baskonismo, que aún recuerda la imagen de Fabricio Oberto y Hugo Sconochini subidos en una de las canastas del pabellón de Zurbano.
El 93-83 que lució el marcador retrotrae a una final en la que las celebraciones se adelantaron a la última bocina, con unos últimos minutos en los que los hombres de Ivanovic arrojaron un resolutivo parcial de 20-2 para desdicha de la escuadra malagueña. Habrían de pasar seis años hasta que los aficionados alaveses pudieran gozar con la segunda Liga.
Con un criticado Neven Spahija en el banquillo, el conjunto azulgrana afrontaba un 3 de junio de 2008 la posibilidad de adueñarse de su segundo título tras unos años en los que la regularidad plasmada sobre el parqué temporada tras temporada no se vio reflejada en el ansiado segundo premio para las vitrinas de las oficinas de Zurbano. Tras sorprender al Barcelona en los dos asaltos disputados en el Palau, el 76-61 final (16 puntos para Igor Rakocevic y 14 de Pete Mickeal) devolvió la ilusión a una hinchada que, al igual que en esta ocasión, no contaba con celebrar un campeonato después de un convulso año. Pero era martes, y todo estaba predestinado.