Vitoria. La hora del descabello. Cuanto antes, mejor para evitar agobios. El Real Madrid agoniza y mana sangre a borbotones, pero necesita un último pinchazo que certifique su defunción definitiva para que el Caja Laboral salga esta noche por la puerta grande del coso taurino de Vistalegre. Y el cuadro vitoriano, con la moral por las nubes tras dos angustiosas corridas anteriores en las que estuvo a punto de ser embestido, no quiere dilatar en exceso su objetivo y consentir bajo ningún concepto la resurrección de un Miura con las constantes vitales muy débiles.

La tercera entrega de esta vibrante y nivelada semifinal promete seguir deparando emociones fuertes con el cambio de escenario. El anfitrión blanco carece de margen de error y está asomado al precipicio. Su supervivencia pende de un fino hilo que amenaza con romperse en cualquier momento. Con ese estado de necesidad apremiándole al máximo y la espada de Damocles sobre su cabeza, viendo el sufrimiento al que se vio expuesto por el Cajasol en los dos duelos de cuartos de final como local, no es descartable que las huestes baskonistas puedan celebrar hoy mismo el billete para la tercera final liguera consecutiva. Un broche de oro para una temporada convulsa marcada presidida por la desgraciada suerte en el capítulo de las lesiones.

El Caja Laboral acude a la cita en la situación soñada. Goza de una ventaja rotunda, ha trasladado toda la presión a su adversario, se siente más fuerte mentalmente tras superar dos situaciones límite y ver cómo Bullock y Felipe Reyes desaprovechaban dos posesiones ganadoras en el Buesa Arena para revertir la situación y puede jugar con el previsible estado de nervios de los aficionados locales si el partido discurre por unos cauces de igualdad. A poco que exhiba la solidez defensiva de los dos asaltos iniciales, Splitter refrende su despotismo en la zona, los hombres de la segunda línea aporten relevos de calidad y Teletovic afine su irregular puntería, existe licencia para soñar con un desenlace inminente.

Sin embargo, la cautela es la tónica predominante para enzarzarse en otro cuerpo a cuerpo que se intuye titánico. Dado que es su última oportunidad para no decir adiós prematuramente a una campaña aciaga, se espera un conjunto blanco con sangre en los ojos, dispuesto a hacer gala de una dureza defensiva al filo de la ilegalidad -atención nuevamente a la vara de medir que utilicen los árbitros- y que quiere morir matando. Aquí radica el principal peligro si el Baskonia no exhibe su instinto asesino y actúa sin la tensión que requiere el encuentro.