Vitoria. Viste en la actualidad la elástica azulgrana y en su curriculum ya figura una Copa del Rey. Sin embargo, el éxito en cuestión lo consiguió durante su anterior etapa en Badalona, a costa del club que ahora le paga religiosamente y en el escenario donde se ejercita a diario desde el pasado verano. Pau Ribas, por entonces en las filas del DKV Joventut, tiene una pequeña deuda contraída con el Baskonia desde que le arrebatara en la final de la temporada 2007-08 la posibilidad de levantar el preciado título en el último suspiro.

No es que el joven producto de la cantera badalonesa se erigiera aquel 10 de febrero de 2008 en el principal culpable de la dolorosa caída vitoriana, pero al menos vivió de primera mano una experiencia única en la vida. Con casi 9.000 almas en contra y una complicada atmósfera ambiental, el conjunto catalán profanó (80-82) una de las pistas más complejas del Viejo Continente

Aíto García Reneses apenas le concedió cinco minutos de juego, en los que sólo manchó su estadística para errar un solitario tiro de dos. Y es que la sombra de Pau Ribas, falto de experiencia al más alto nivel y en pleno proceso de madurez, estaba muy oscurecida por los estelares Ricky Rubio y Rudy Fernández, auténticos estandartes de aquella refrescante Penya que maravillaba con su baloncesto desinhibido, atravesaba una época de máximo esplendor y podía tutear a cualquiera.

El brazo ejecutor de esa morrocotuda decepción, mitigada meses más tarde gracias a la clasificación para la Final Four de Madrid y la consecución del segundo entorchado liguero bajo la batuta de Neven Spahija, fue el ahora jugador de los Blazers, cuyos 32 puntos sepultaron de un plumazo al extinto TAU antes de despedirse a lo grande de la ACB para poner rumbo a las Américas. "No quiero devolver una Copa al club, lo que quiero ganar es otra", recalca entre risas el base-escolta.

Como no podía ser de otra manera, Ribas todavía conserva gratos recuerdos de aquella apasionante y polémica final, donde el veterano colegiado catalán Xavier Amorós acabó en la diana de las iras vitorianas por sus controvertidas decisiones antes del intermedio. "Fue mi primer año en la ACB y la verdad es que lo recuerdo como algo especial. Teníamos una gran plantilla y un gran entrenador, pudimos llegar al torneo en un magnífico estado de forma y fuimos merecedores de la victoria", evoca.

un partido peleado Para el Baskonia, aquella derrota supuso un importante jarro de agua fría. Toda la ciudad soñaba con repetir el inolvidable éxito de 2002, también en el Buesa Arena ante el Barcelona, pero a última hora se cruzó un rival que no contaba en exceso en las apuestas. Tras dejar en la cuneta en primera instancia al Unicaja y al Bilbao Basket, el Baskonia se vio apartado de la gloria por el mejor Joventut en mucho tiempo desde la época de los legendarios Jofresa, Villacampa o Thompson.

"Cada uno sabía muy bien cuál era su trabajo, desde el capitán Rudy hasta el duodécimo jugador. El final de temporada se nos hizo luego un poco largo, porque no teníamos la plantilla de los grandes", rememora Ribas, cuya importancia en los esquemas verdinegros crecería varios enteros a partir de la siguiente temporada. Coincidiendo con la marcha de Rudy a la NBA, Sito Alonso elevó su rol y mostró el talento que le ha servido para aterrizar en un conjunto de más pedigrí como el Caja Laboral.

El duelo que sirvió para coronarle campeón tuvo todos los ingredientes: intercambios continuos en el marcador, tensión máxima e incluso algunos conatos de dureza. "Nuestros méritos fueron evidentes. En semifinales, eliminamos al Real Madrid y después al Baskonia, que jugaba en casa. Teníamos un líder muy sólido y fuimos capaces de ganar un partido muy complicado en el que todo se nos puso cuesta arriba desde el inicio. Tengo claro que fue una de las mejores finales de los últimos años", subraya.

El conjunto de Ivanovic se apoyó aquella velada en la muñeca de Rakocevic y Teletovic para hallar un antídoto contra la magia de Rudy. Sin embargo, el triple de Prigioni llegó demasiado tarde y la consecución de la sexta Copa debió esperar. En concreto sólo un año, ya que el TAU vencería doce meses más tarde en Madrid y se desquitaría de esa decepción.