irando en todos los lados posibles. Llamando a todo el mundo. Pero nadie ofrece una solución o una alternativa. Satur García ha removido cielo y tierra para que las personas a las que ha acomodado a lo largo de 14 años en el albergue de Puente Alto no se queden en la calle a finales de mes. "Los dueños no quieren que estemos más aquí porque lo quieren vender", explica. Tras numerosas negociaciones, logró, hasta con el contrato terminado, que las 21 personas sin recursos que viven en el recinto de la calle Pagogan tuvieran un techo donde cobijarse hasta el 31 de agosto. "Al final me han metido en juzgado, por okupa. Entonces, he decidido que antes de que venga alguien y nos eche la policía, pues lo más lógico era salir honradamente", señala García.

Pero, con la decisión ya tomada, ¿qué se puede hacer a partir del mes que viene? Con la negativa de numerosas alternativas, y la iniciativa de acogida por parte de la Cruz Roja aún en el aire, el futuro de los residentes continúa siendo incierto. Algunos sí que se encuentran empleados, "en el mercado de la plaza de Abastos, otros haciendo su chapuza... Algunos pueden salir adelante". Pero no todos pueden enfrentarse solos a vivir en la calle. "Tenemos aquí a gente sin papeles. Hay un chaval que está muy enfermo, que nos descuidamos y come hierba, ha estado siempre en el monte, ha estado en un centro de menores, pero mentalmente está hecho una pena. Nadie se hace cargo de él", destaca.

Las instituciones alavesas cuentan con recursos para que personas como los usuarios del albergue tengan un techo bajo el que descansar, con cuatro centros de acogida repartidos por la capital. Pero García, al intentar buscar esa colaboración, se encontró con las puertas cerradas. "Ellos son los que tienen las llaves. Tienen el poder porque nosotros pagamos los impuestos, el pobre siempre será el pobre y va a ir a perder, eso es lo que pasa aquí", subraya. La relación ha sido fría desde hace años. "Las instituciones nos dijeron que (el albergue) no estaba en condiciones y que no querían ayudarnos, pero tampoco aportaban ninguna solución", recuerda.

Algunos apoyos para el recinto también se vieron cortados de raíz. "El Ayuntamiento en su día nos dio la opción de coger a una trabajadora social y así hicimos, estuvo cuatro años e hizo un trabajo estupendo", analiza, pero más adelante comunicaron que "habíamos llevado mal las cuentas y dijeron que no nos darían nada". Pero García duda de ese razonamiento. "Es mentira y lo justificamos, tenemos una asesoría". En este contexto, el contacto entre ambas partes ha derivado en una "crítica" percepción por parte de García. "El Ayuntamiento tiene sus recursos, pero no para esta gente".

Sin echar el freno De manera simultánea al cierre del albergue, García también informó sobre su jubilación. Pero eso no significa el punto final a su colaboración con las personas más necesitadas de las calles de Gasteiz. "Yo voy a seguir como siempre", asegura. De hecho, ya tiene en mente cuál será su siguiente proyecto. "Voy a salir a la calle de noche. Vamos a hacer un equipo con 4 mujeres y ayudar con alimentos , porque hay gente que no tiene nada para comer ni para cenar".

Y es que las historias que acontecen en las calles de Vitoria no son desconocidas para García. "Yo sé cómo se vive en la calle, por desgracia tuve una época muy dura porque fui abandonado por mis padres", recuerda. "Lo que yo vi allá, y lo que te hacen, no te lo puedes ni imaginar", añade, tras lo cual procedió a señalar el momento que supuso un antes y un después en su vida. "Llego el día en el que dije: Se acabó, o asiento la cabeza o me voy al cajón". Con ayuda de un amigo psiquiatra consiguió reencaminar su vida, pero sin perder nunca de vista las experiencias que, desgraciadamente, muchos vecinos de la ciudad sufren cada noche, a los que se unirán varios residentes del albergue de Puente Alto si no se consigue una alternativa a tiempo para el 1 de septiembre. "Si no acogen a todos, yo no me voy de aquí", concluye García.