En este 4 de agosto de Vitoria ha habido que mirar dos veces el calendario para comprobar primero que, efectivamente, estamos en el octavo mes del año, debido a las intensas lluvias de esta mañana y un mercurio que, para no variar en lo que llevamos de no verano, le ha costado pasar de los 20 grados y segundo, para cerciorarse de que, en efecto, era día 4, esa esperada jornada, en la que en épocas prepandémicas, la alegría bajaba del cielo con Celedón y el lanzamiento del cohete anunciador de las fiestas patronales de la ciudad.

Y aunque por la tarde los paraguas se han podido dejar en casa, a partir de las 16.30 horas también ha habido que frotarse los ojos varias veces frente a una Virgen Blanca desértica para comprobar cómo, por segundo año consecutivo, se repetía lo que el año pasado por estas mismas fechas.

Era una estampa inédita y chocante: la de verla completamente acordonada hasta las 19.00 horas, gracias al dispositivo especial de seguridad, tanto en esta plaza como en una docena de zonas aledañas, del que se han encargado de velar por él agentes de la Policía Local y Ertzaintza para evitar aglomeraciones y otro tipo de situaciones indeseadas en esta era del coronavirus porque Vitoria, con una incendencia en zona roja, sigue sin estar para fiestas, así que el aldeano más famoso de Zalduondo se ha quedado por segundo año sin su famosa bajada.

Solo despistados

Y así lo han respetado los ciudadanos, salvo algún que otro despistado, que se ha acercado a los agentes para preguntar a qué se debían esas zonas acotadas y cuándo éstas iban a dejar de estarlo o como la pareja que pasadas las 16.30 horas seguía sentada en uno de los bancos de la Virgen Blanca y un agente de la Policía Local les ha recordado amablemente que "tenían que salir, por favor, a partir de esta hora" o el de los turistas que aprovechaban para hacerse las últimas fotos ante la escultura vegetal.

No en vano, los únicos que tenían permiso para atravesar este blindaje eran medios acreditados como DIARIO de NOTICIAS DE ÁLAVAAdemás, también se ha visto en este dispositivo a la edil de Seguridad Ciudadana, Marian Gutiérrez, haciendo ronda para asegurarse de que todo estuviera en orden.

Así que cuando el reloj de la torre de San Miguel ha marcado las seis de la tarde ha vuelto a el repique de campanas ha vuelto a retumbar ante una Virgen Blanca vacía, sin ninguna de esas 50.000 almas que se llegaban a congregar en ella en esta tarde.

El recuerdo de Ortiz de Urbina

Inevitable era acordarse de ese baño de masas, hoy impensable, de Gorka Ortiz de Urbina atravesando la plaza poco antes, de esas comparaciones entre el tiempo total que le había costado ese año cruzarla, de esa Balconada repleta de autoridades, de esa curiosidad que despertaba ver a los elegidos ese año de lanzar el cohete y de esas escenas entre las cuadrillas de blusas, neskas y otros de paisano, dándose besos, abrazos y brincando tras el discurso de Ortiz de Urbina y hasta pidiendo a los bomberos que les dieran un manguerazo para sofocar tanto calor.

Cánticos de Celedón

Muy lejos quedaban todas esas imágenes, salvo por una exccepción: la de todos los afortunados que han podido ver esa imagen de la Virgen Blanca desértica desde sus balcones, entre ellos, los del ático del edificio de Mendia Óptica que han cantado y bailado eso de que Celedón se ha hecho una casa nueva, paraguas en mano, evocando así todos esos recuerdos de una tarde del 4 de agosto de antes de la pandemia.

Los mismos que Joseba Pangua, encargado de lanzar el cohete anunciador de las fiestas en 2010, junto a otros tres ciudadanos anónimos, no ha querido perderse cuando ha acaparado todos los flashes al encenderse un buen puro frente al Deportivo Alavés, bar que también ha puesto a las seis de la tarde el Viva Vitoria bien alto. "Es algo que siempre algo el 4 de agosto, aunque el resto del año no fumo, como se puede apreciar", ha explicado a este diario entre risas.