- Por segundo año consecutivo se suspende la asamblea general del sindicato, que históricamente se ha celebrado el día de San José. ¿En que medida la pandemia está afectando al funcionamiento de UAGA?

-Para nosotros era el día de la fiesta, de juntarnos con gente a la que solo ves ese día del año. La pandemia nos está afectando en la comunicación con la gente, en el tocarte, porque hablar por teléfono no es lo mismo. El año pasado se tuvo que suspender la asamblea, esta vez solo la aplazamos, no renunciamos todavía a intentar celebrarla. El día a día es dificultoso, para hacer cualquier reunión tienes problemas, hay que buscar salas grandes, y luego está el peligro que tienes de tener un foco, y por ello estamos minimizando ese peligro lo máximo posible.

A estas dificultades hay que sumar la marejada interna que ha provocado la denuncia en DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA de la exmiembro de la ejecutiva Eva García Gago, en torno a su funcionamiento. ¿Cómo tomaron su salida y su reacción, y que tienen que decir ante sus acusaciones?

-Somos una candidatura de ocho personas y cada una opina de una manera, y más que pensar la forma de actuar es diferente. Nosotros ya llevábamos cuatro años, veíamos cómo te vienen los golpes y cómo hay que trabajar. El nerviosismo y el ahora, por desgracia, no funcionan. Qué más quisiéramos que llamar al Gobierno Vasco o a la Diputación, contarles lo que nos pasa y que se resuelvan las cosas. Es igual que ahora con el arbitraje de la remolacha, que dos años más tarde se ha resuelto algo. Es un sector que exige mucha paciencia, y la estamos perdiendo por el covid; estamos todos más nerviosos y a todos nos afecta. Además, los márgenes en la agricultura y la ganadería son cada vez más escasos, se suma todo y surge la crispación. Cada uno tiene que tener su opinión y no pasa nada porque alguien no opine lo mismo que tú. De aquí a dos años si no hay nada de por medio habrá elecciones, vendrán otras personas y bienvenidas sean.

¿Se refiere cuando habla de nerviosismo a la crítica de García Gago a la ausencia de movilizaciones?

-En parte sí. Se han hecho varias movilizaciones, pero esto no es como antes, cuando había más de 3.500 afiliados, gente comprometida y joven. Hoy no somos ni la tercera parte, la mayoría de 55 años para arriba, y ese es uno de los problemas del sector, el relevo generacional. Es un problema que hay que abordar en su conjunto. ¿Por qué faltan jóvenes? Si no hay margen para trabajar es más difícil que haya relevo, los propios padres no quieren ver a sus hijos abocados a esto. Cada vez somos más grandes en hectáreas o vacas u ovejas, pero no en beneficios. Cogemos más volumen para tener más margen, pero cada vez se reduce más y cuanto más tienes más pierdes. Nosotros lo dijimos desde nuestra candidatura, hay que buscar nuevos retos, nuevas alternativas de cultivos y nuevas formas de hacer las cosas. Eso no se hace de la noche a la mañana, intentamos hacer proyectos de innovación, proyectos de prueba y error aunque de cuarenta cuajen uno o dos.

¿Tiene conocimiento de que haya una corriente para crear una organización paralela, como señalaba García Gago?

-De siempre, desde hace igual veinte años, se ha oído que se quería crear otra organización. Si quieren hacerla que la hagan, pero esta casa es la de todos, estamos gente de muy diferentes opiniones, incluso opuestas. Siempre ha habido personas más afines a un lado o a otro, pero al final lo que intentamos es estar libres de política e ir en la misma dirección, la de defender los intereses de agricultores y ganaderos. El quid de la cuestión está en cómo llegas a esas metas, eso es lo complicado, y las discusiones vienen por ahí.

Hablaba antes del arbitraje de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Madrid con Azucarera. ¿Cuándo se les abonarán a los productores alaveses los 4,2 euros por tonelada de remolacha entregada en la campaña 2019/2020?

-Estábamos esperando el arbitraje desde hace mucho tiempo, casi lo dábamos por perdido, pero entre todos hemos luchado contra Azucarera para lograr algo que era nuestro. Nos bajaron unilateralmente el precio de la remolacha y ahora se nos da la razón, un contrato es para cumplirlo. Azucarera parece que dice que sí va a pagar. ¿Cuándo? Veremos si interponen algún recurso. En todo caso, seguiremos en la lucha porque ahora estamos sembrando para la nueva campaña, no hay ningún acuerdo interprofesional firmado, y el contrato que nos han pasado no se puede firmar porque no se puede supeditar a las ayudas. No se puede incluir en el precio que te pago como Azucarera lo que te paguen los organismos públicos. Esas ayudas no son para ayudar a Azucarera, son para ayudarnos a nosotros. Puede pasar que quieran recuperar el dinero de una manera rápida, lo cual puede afectar aún más a la bajada de precios y casi a la pérdida de un cultivo que en Álava ha sido una alternativa para los agricultores.

Ha habido críticas en ese sentido a la gestión en UAGA en torno a la remolacha. ¿Están justificadas?

-En Álava siempre ha habido dos colectivos, UAGA-AGA y AIRA, una escisión de la propia casa. UAGA ha sido el más fuerte porque tiene un contrato único y no contratos individuales, lo que a Azucarera no le hace ninguna gracia. Hemos sido bastante fuertes, pero las presiones, el descontento, llevan a que en un momento dado se tensen tanto las situaciones que se puedan romper. Intentaremos reconducir las cosas de la mejor manera posible y si no el tiempo nos dirá cómo hacer las cosas. La remolacha siempre ha tenido una junta prácticamente autónoma, tiene que seguir liderando el cultivo y de hecho estos días quieren reunirse para ver qué pasos hay que dar.

Usted ha reivindicado la modernización del campo a través de la digitalización, en busca de una actividad más sostenible y a la vez industrializada. Parecen cumplir con los criterios para optar a las ayudas del fondo Next Generation. ¿Creen que la Diputación y el Gobierno Vasco deberían apostar por el sector primario en el catálogo de proyectos que han de presentar a la UE? ¿Lo han hecho así?

-Vamos a intentar acceder a esos dineros, pero en general deberían mirar más por el sector. Siempre se habla de grandes empresas, si Mercedes tose es el titular de cualquier periódico, si tose el agricultor parece que es lo normal o algo secundario. La sociedad no se está dando cuenta de que lo que nos repercute a nosotros les repercute también a ellos, que los productos sean más o menos sanos, que haya subidas de precios, que se fije gente en los pueblos... Hay tantas cosas alrededor de la agricultura. Tenemos que dar a conocer qué es lo que hacemos, antes todo el mundo tenía alguna relación con el campo y ahora nos hemos desligado. Ahora vamos a los pueblos y creemos que todo es barra libre. En un pueblo vive gente y hay que respetar unas normas, como cuando se viene a Vitoria. El monte en muchos casos es privado y está bien que lo utilice todo el mundo, pero con respeto. Por otro lado, la Administración ha pecado de dejadez a la hora de ser tractora para crear empresas cercanas y cerrar el círculo en Álava y Euskadi, ahora mismo un agricultor no puede montar una empresa transformadora, no es muy viable. Álava se está convirtiendo en un almacén de distribución, mucha gente trabaja ahí y es bueno, pero en el momento en el que esto se pare no tendremos industria. La alimentación cercana es fundamental.

Agricultores y ganaderos de toda España están saliendo a la calle para denunciar la propuesta del Ministerio en torno a la nueva PAC. ¿Cuál es la postura de Álava al respecto?

-Se aplazó dos años la nueva PAC, la convergencia de los derechos iba a ser paulatina, y un día dicen que se va a hacer en un año sin tener en cuenta derechos especiales de la ganadería, por ejemplo, que en un año podrían caer en un porcentaje muy importante, en el caso de Álava principalmente el vacuno de leche y de cebo. Llevamos veinte años en los que la PAC baja y baja mientras sube el IPC. Nos están imponiendo leyes que se hacen en un despacho y son imposibles de cumplir en algunas circunstancias, que puede cumplir una macroempresa, pero no un agricultor o un ganadero familiar. No es lo mismo una zona llana o montañosa, con mucha o poca altitud, muy poblada o poco poblada... El descontento es generalizado en toda España, y si no nos ponemos de acuerdo la burbuja que está creando Bruselas va a estallar. Se dice que la PAC va orientada a lo verde, la cercanía y la salud y están consiguiendo lo contrario. Se crean macroempresas propiedad de las multinacionales que luego compran esos productos, con lo cual se crean monopolios. Si queremos promocionar una agricultura familiar no se pueden orientar las políticas para esas empresas.

Las protestas también buscan visibilizar la oposición a la prohibición de la caza del lobo, pero en Álava ya estaba suspendida. ¿Les afecta esta decisión, a la que por otra parte Euskadi se opuso?

-Afecta y mucho, cada vez van a entrar más. Hasta ahora no había muchos porque no tenemos grandes montes donde puedan andar en solitario, sino que conviven con pastores y con pueblos, esto no son los Picos de Europa. Nosotros no hablamos de eliminarlos, sino de un control. Cuando un animal se pica con algo es muy difícil cambiar esa costumbre; cuando se mantiene lejos suele respetar más. En Álava se hablaba de un lobo solitario, aunque había también manadas porque en un día no podía estar en tres sitios diferentes, por mucho que ande por las noches. Es verdad que existía ese lobo solitario y que se vició a esa forma de alimentarse, y había que extinguirlo o al menos sacarlo de las cercanías de los pueblos o los pastores. Nosotros pedimos que se sienten en Madrid y que antes de sacar las leyes se hable; si la ley dice que tiene que tener especial protección que la tenga, pero pongamos también medidas correctoras. Se nos acusa de no querer estar con el ganado, pero una cosa es estar con el ganado y otra es estar en un cabaña solo a mil metros las 24 horas del día. Todos queremos vivir con unas comodidades y una familia. Lo que conseguimos es que es cada vez haya menos ganado y el lobo cada vez esté más cerca de los pueblos.

El gran problema estructural del campo alavés son los precios. Tras un año de pandemia, ¿cree que el coronavirus afectará, para bien o para mal, a lo que cobran por su trabajo?

-Siguen siendo muy cambiantes. El cereal bajó un 35% en dos días y en unos meses sube un 30%. Pasa lo mismo con el cordero o la carne de vacuno, tan pronto suben o se mantienen los precios, como se desploman en semana y media. Esa volatilidad, ese nerviosismo, nos afecta muchísimo, nunca sabemos a qué atenernos, no tenemos estabilidad para sacar nuestras cuentas. Hay especulación, el dinero huye hacia las materias primas, se puede jugar en bolsa con el cereal, el cacao o la carne, y especular con la comida a nosotros no nos gusta. Te dicen que hay estocaje para no sé cuántos años y a los pocos días te dicen que hay escasez.

En noviembre contaba que el mayor consumo en las casas ha compensado la caída en picado del canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías). ¿Ahora, con la reapertura de la hostelería, notan una tendencia hacia los equilibrios anteriores a la pandemia?

-Seguimos en la misma situación. Si no puedes salir de tu municipio es muy difícil, Vitoria es medio Álava porque hay 60 pueblos y se pueden mover, pero fuera nadie iba a los restaurantes, muchos estaban cerrados porque para dos personas no merece la pena. Tenemos esperanzas de que a medio plazo se vaya recuperando ese canal, y además por lo que dicen desde la hostelería la gente va con mucha ilusión. Eso será importante para traccionar de todo el sector, pero todavía estamos en horas muy bajas. Espero que con el verano se estabilice la pandemia y podamos abrir esos canales otra vez.

"Una cosa es estar con el ganado y otra estar solo en una cabaña las 24 horas del día; todos queremos vivir con unas comodidades y una familia"

"Esta casa es la de todos; intentamos defender los intereses de agricultores y ganaderos. El quid de la cuestión está en cómo llegas a esas metas"

"El descontento con la PAC es generalizado en España, y si no nos ponemos de acuerdo la burbuja que está creando Bruselas va a estallar"