- Sobre una atalaya desde la que se divisan los territorios orientales de la Llanada alavesa, así como la entrada a Navarra por el corredor de Arakil, se ubican los restos del castillo de Marutegi de Araia. Una reciente intervención arqueológica efectuada a propuesta del Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco trata de arrojar luz y evaluar las posibilidades arqueológicas de un lugar nunca excavado anteriormente y poco conocido, con objeto de establecer una adecuada propuesta de protección y delimitación patrimonial del bien.

La intervención arqueológica efectuada en el castillo de Marutegi (Araia, Asparrena) fue realizada durante el mes de junio de 2020 a propuesta del Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco. "El objetivo era de carácter principalmente valorativo, ya que trataba de evaluar las posibilidades arqueológicas de un lugar nunca excavado anteriormente y poco conocido, con objeto de establecer una adecuada propuesta de protección y delimitación patrimonial del bien", explican los impulsores de la idea.

La fortaleza de Marutegi se localiza a unos dos kilómetros en dirección noroeste de la localidad de Araia (Asparrena, Araba) y se asienta sobre uno de los peñones más destacados que salpican la sierra de Altzania, a unos 870 metros de altitud, cuya silueta destaca en el paisaje. Se trata de una atalaya desde la que se divisan los territorios orientales de la Llanada alavesa, así como la entrada a Navarra por el corredor de Arakil (pasillo de la Burunda), y que ejerce un control directo del importante camino que, desde el puerto de San Adrián, se dirigía hacia Salvatierra por Araia, protegiendo así el paso de Álava hacia Gipuzkoa y la entrada desde Navarra. La primera mención escrita que se conoce de esta fortaleza data del año 1362. "Se trata de un documento recogido en un posterior manuscrito de 1481, en el que se ordena el traslado de un apeo y reconocimiento de mojones entre Araya y Zalduendo. El texto señala la existencia de esta fortaleza, nombrada como castillo de Araya", explica el equipo encargado de llevar a cabo la intervención.

Tanto desde Asparrena como desde el Gobierno Vasco justifican la necesidad de una intervención arqueológica en el lugar porque "el castillo de Marutegi no ha sido nunca objeto de intervención arqueológica, indispensable para proporcionar una adecuada propuesta de protección y delimitación patrimonial del bien" al tiempo que reconocen que "se hace necesario disponer también de mayores indicadores cronológicos recuperados mediante metodología arqueológica, de manera que permitan confirmar o matizar las propuestas planteadas hasta el momento".

De estudio realizado se desprende que el nivel inferior de la fortaleza se sitúa en el costado sureste del peñasco, a sus pies, "y parece proteger el acceso a través de una gran estructura defensiva". "A pesar de su deficiente estado de conservación, derivado principalmente de los continuos expolios al que fue sometido tras su abandono, es posible visualizar un gran recinto de planta rectangular, adosado al farallón rocoso, que amplía la escasa superficie de uso del escarpe en ladera. Su ingreso es relativamente sencillo por el costado oriental, mientras que hacia el sur y el oeste la fuerte pendiente del terreno lo hace más inaccesible. Su interior alberga un espacio relativamente llano, colmatado por potentes niveles de destrucción pertenecientes previsiblemente a las estancias o dependencias aquí situadas, así como a derrumbes procedentes del nivel superior".

A través de una estrecha abertura situada en la cara meridional del farallón rocoso que protegía el cuerpo inferior del castillo se inicia la subida a las estructuras superiores del complejo defensivo. En la actualidad, el ascenso, de unos 50 metros de recorrido, conlleva ciertos riesgos y no es aconsejable para visitantes o curiosos.

El estudio recoge que esta zona superior de la fortaleza puede subdividirse en dos espacios bien diferenciados. El primero de ellos acogía la torre principal, situada en lo más alto del espolón rocoso. Se trata, sin duda, de la estructura mejor conservada del castillo, con alzados que rondan los siete metros de altura en el lateral oeste. "Su excavación ha ofrecido datos sumamente interesantes de carácter constructivo y cronológico", explican. Por su parte, la torre se encontraba rodeada al sur y este por un recinto amurallado, adaptado a las irregularidades del peñón que, como en el nivel inferior, aumentaba la superficie de uso de este sitio. "Ambos espacios debieron completarse además con un aljibe que debió situarse junto a la torre, en un emplazamiento aún por determinar", apuntan.

Con el fin de evaluar la zona el equipo investigador decidió intervenir en las dos zonas arqueológicamente más interesantes del lugar. En primer lugar, en el castillo, en el interior de la principal estructura conservada, identificada con la torre principal y, en segundo lugar, en la cercana peña de San Miguel.

La intervención arqueológica efectuada en el castillo de Marutegi ha permitido identificar cuatro fases histórico-constructivas: la correspondiente a la construcción de la fortaleza, otra en la que se procede a efectuar algunas obras de reforma, la relativa a su abandono y una última relacionada con su destrucción

"La construcción del castillo compuesto por un recinto superior -formado por una torre exenta en lo alto y una plataforma amurallada circundante- y otro inferior, donde se levantaría un gran cuerpo de guardia con diferentes dependencias auxiliares, atendiendo a la fecha registrada en la torre, puede ser datada entre la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del siglo XIII, quizás más próxima a esta última centuria", apuntan.

Las obras de reforma efectuadas en el suelo de la torre pudieron ser realizadas "en una amplia horquilla cronológica situada entre los siglos XIII y XV", mientras que el "abandono de la torre principal aconteció probablemente a finales del siglo XV o la primera mitad del siglo XVI". La destrucción de la torre, y probablemente de todo el conjunto fortificado, pudo tener lugar "inmediatamente después de su abandono, al que siguió un proceso de ruina continuada que ha perdurado hasta la actualidad".

Según la intervención arqueológica llevada a cabo por arqueólogos e historiadores "la única estructura detectada en el nivel inferior del castillo se corresponde con un gran edificio adosado al farallón rocoso por el suroeste. Aunque solo una intervención arqueológica en extensión permitirá conocer en profundidad las características de este espacio, los trabajos de limpieza permitieron reconocer restos de un potente murallón perimetral de 1,5 metros de grosor y una altura máxima conservada de dos metros, que dibujan un recinto de planta cuasi rectangular, de aproximadamente 31 metros de longitud y 12 metros de fondo. En el costado oriental se reconocen varios quiebros en ángulo pertenecientes quizás a la puerta de acceso al recinto, siguiendo un esquema de portal torreado, al ser este el lugar con mejor accesibilidad al recinto."

La torre se ubica en la zona superior del peñón, en la parte más inaccesible y escarpada del farallón rocoso. "Constituye, sin duda, el punto más interesante de la intervención que venimos describiendo, tanto por su especial naturaleza constructiva como por su mejor conservación", apuntan.

Según se recoge en el estudio "los constructores comenzaron tallando la roca a una cota inferior en varios metros al punto más alto, cajeándola escalonadamente y levantando sobre las camas creadas a tal efecto un primer cuerpo de fábrica. Sobre él se levantaron dos nuevos cuerpos escalonados que constituyen los muros de cierre de la torre, separados entre sí por molduras biseladas. En algunas piezas aún se aprecia la labra a picón o puntero".

El espacio que se creó una vez se levantaron los muros perimetrales permitió que los usuarios de la fortaleza dispusieran de un imponente edificio con planta en forma de D apuntada, de 10,5 metros de longitud máxima por 9 metros de anchura, dejando una superficie interior de aproximadamente 37 m².

El costado mejor defendido de la torre es el este, dotado de un potente paramento curvo de 2,70 metros de grosor máximo en su zona central. Desde aquí, el muro disminuye el grosor conforme se gana altura y nos aproximamos al lado opuesto del edificio (oeste), donde el espesor no supera 1,4 metros en su base y apenas 0,65 metros en el piso superior. "Bajo una óptica militar, todo apunta a que nos encontramos ante una obra que recurre a la forma circular como la más óptima para resistir la artillería enemiga, contrarrestando el impacto de los proyectiles con el muro curvo frontal", recogen en el estudio.

La torre reforzaba su defensa con la construcción de un recinto amurallado de planta irregular adaptada al cerro rocoso que se alza en lo alto del conjunto defensivo, abrazando la torre. Desde la investigación se apunta que "aunque en la actualidad se desconoce la ubicación del aljibe o depósito de agua, su primitiva existencia está fuera de dudas, según norma general en todos los castillos roqueros de época medieval. La pauta habitual es que se sitúe en la zona superior de la fortaleza, próximo a la torre principal, beneficiándose en ocasiones de la vertiente de su tejado para la recogida de las aguas de lluvia".

Según el estudio la analítica radiocarbónica proporcionó "una horquilla cronológica situada entre la segunda mitad del siglo XII y los años centrales de la centuria siguiente. Por otro lado, el estudio cerámico determinó una datación situada entre los siglos XIII y XIV. Solapando ambas datas nos aporta una cronología situada en la primera mitad del siglo XIII que, con las lógicas reservas, deberá ser cotejada en futuras intervenciones efectuadas en otros ámbitos del castillo".

La intervención arqueológica en la peña de San Miguel ha permitido detectar tres fases de ocupación. La de preexistencias -aunque en posición secundaria, se reconocen cerámicas que indican cierta actividad en el cerro desde, al menos, época tardomedieval-, la de construcción y uso del edificio -se detectan los restos de un edificio que se interpreta como la antigua ermita de San Miguel, construida posiblemente entre finales del siglo XV o principios del XVI- y la de abandono y destrucción del edificio. "La ocupación de la ermita debió dilatarse -a juzgar por las evidencias detectadas en el nivel de destrucción- hasta aproximadamente el siglo XVIII. Esta propuesta se ve reforzada además por la ausencia de menciones a la ermita en las fuentes escritas de los siglos XIX y XX", apuntan.

El estudio del Castillo de Marutegi desvela que en la cumbre y a los pies del enorme espolón rocoso se pueden observar diferentes estructuras defensivas organizadas en dos niveles, uno inferior y otro superior. En el recinto inferior destaca la presencia de un gran cuerpo de guardia, mientras que la zona superior acoge dos espacios bien diferenciados: la torre principal, situada en lo más alto del peñón, y el recinto amurallado de planta irregular que corrige el perfil quebrado del terreno y abraza la torre. A pesar del mutismo de las fuentes escritas, la campaña de excavación realizada en el año 2020 ha constatado la ocupación del castillo en época bajomedieval. En concreto, se han recuperado evidencias que permiten fechar la construcción de la torre en la segunda mitad del siglo XII o las primeras décadas del posterior siglo XIII, manteniéndose en uso hasta principios del siglo XVI, momento en que se produce su abandono y destrucción.

Por todo ello, el equipo encargado de llevar a cabo el trabajo propone "declarar la actual Zona de Presunción Arqueológica del castillo de Marutegi, sita en Araia (Asparrena, Álava), como Bien Cultural de Protección Especial, con la categoría de Monumento, al existir valores suficientemente notorios que justifiquen esta nueva protección". El equipo ha estado dirigido por José Luis Solaun (Castillo de Marutegi) y Ángel Martínez (peña de San Miguel) y en la excavación han participado el doctor en arqueología (Solaun) y los licenciados en historia Julen Díaz de Argote, Miguel Loza, Ángel Martínez y Javier Niso.

Una reciente intervención arqueológica efectuada a propuesta del Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco trata de arrojar luz y evaluar las posibilidades arqueológicas de un lugar nunca excavado y poco conocido como el castillo de Marutegi para establecer una propuesta de protección del bien.