abíamos dejado la fiesta el martes 13. Bueno, en realidad ya era 14 de enero de 1998, porque con la celebración del gol de Manolo Serrano y el 1-0 sobre el Real Madrid, la noche se nos había hecho larga, demasiado larga, y ya estaba amaneciendo. Pese a lo que opinaba Karembeu, la eliminatoria era a doble partido y hay que rendir visita a ese templo futbolístico para el madridismo que responde al nombre de Estadio Santiago Bernabéu. Hacia la capital del Estado se dirigen nuestros muchachos albiazules al mando del comandante Mané y de su lugarteniente Ondarru, pero no lo hacen solos. Van acompañados.

Como siempre, desde años atrás, el Glorioso Deportivo Alavés "Nunca camina solo" y una pléyade de seguidores sigue la estela del equipo. 1.000 seguidores albiazules aproximadamente, llevando un conglomerado de camisetas, cada una de su madre, están presentes el campo del Paseo de la Castellana, ubicados en una esquina, casi escondidos, pero haciéndose notar. Se han trasladado en todos los medios de transporte posibles: más de 12 autobuses organizados, vehículos particulares€, como hace 70 años otros albiazules iban detrás del Glorioso por los campos vizcaínos.

Estos mil aficionados albiazules son observados de manera arrogante por los seguidores blancos antes del encuentro (45.000 localidades son ocupadas en el Santiago Bernabéu) -¡¡¡están locos estos alaveses!!!.- Arrogancia que no existirá cuando el navarro Andradas Asurmendi diga "se acabó" y pite el final del partido.

Los albiazules se preguntan antes de comenzar el encuentro: ¿Valdrá el 1-0? ¿Sufriremos? ¿Nos golearán? ¿Pasaremos?. También piensan que el valor de los goles en campo adversario es doble y el 1-0 de Mendizorroza, por ese motivo, es un buen resultado. Si en Vitoria hace nueve días, el Real Madrid dejó alguna figura en casa, esta tarde están casi todos. Son de la partida Panucci, Hierro, Roberto Carlos, Raúl, Suker y en el segundo tiempo Sanchís, que no jugaron en Mendizorroza. No se fía Jupp Heynckes y el tiempo le demostrará que hacía bien en no fiarse.

Con no demasiados apuros y con tranquilidad pasan los primeros instantes, pero en el minuto nueve los corazones de todos los albiazules, los que están en el campo, los del banquillo, los del Bernabéu, los que se han quedado en Vitoria, el de cualquier alavesista en cualquier parte del mundo, sufren una especie de taquicardia. Acaba de marcar el madrileño Pedro Riesco en la portería de un alemán. 0-1 a favor del Deportivo Alavés. En estos momentos el Real Madrid tiene que marcar tres goles, si quiere pasar la eliminatoria. Con el gol se desborda la emoción, la alegría, las ganas de gritar, de reír tal vez llorar.

Todos son sentimientos maravillosos, pero muchos, ante tal estado emocional, no se percatan del bello gesto de Pedro Riesco. Tras marcar el gol se sube la camiseta albiazul y lleva otra por debajo, con el nombre del canario Víctor Bermúdez que ha tenido que dejar el fútbol por una lesión.

Cuatro minutos más tarde empata Roberto Carlos. ¿Se acabó el sueño?. ¡¡¡Qué va!!! La tropa albiazul es muy aguerrida, sabe que toca sufrir. Con 1-1 se llega al descanso. ¡¡¡Queda menos!!!.

A los diez minutos de la reanudación, Davor Suker hace el 2-1. Más nervios. Un gol más clasificaría al Real Madrid, pero los albiazules se defienden con orden y llega el final. Otro Primera que cae, el tercero, pero este con pedigrí, el Real Madrid. ¡¡¡Que pase el siguiente!!!.

"Es el triunfo que un entrenador desea y sueña a lo largo de toda su vida. Saber que has estado en el Santiago Bernabéu y has pasado una eliminatoria frente a un rival de nivel mundial. Son cosas que quizás nunca se vuelvan a repetir. Me siento fenomenal".

Tras el partido cenaron en el Asador Frontón. El menú, excepcional: Jamón y lomo ibéricos, queso Idiazabal, espárragos, kokotxas, foie a la plancha, rape, chuletón de buey, cuajada y arroz con leche. Miguel Ansorena, dueño del local, invitó a todo el mundo.

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