Pocas veces va a soplar el viento tan a favor en Mendizorroza como este lunes para que el Alavés se hubiese llevado los tres puntos al amparo de su afición.

Ni la inocencia de Fran Beltrán con unas manos absurdas dentro del área –castigadas por Hernández Maeso con penalti tras la ayuda de la tecnología– ni la candidez de un Celta que ni se asomó al área albiazul en los primeros 45 minutos de la velada permitieron al conjunto vitoriano romper su adversa dinámica como anfitrión.

Han pasado ya tres largos meses desde la última victoria del Glorioso al amparo de los suyos. La última alegría data del pasado 1 de noviembre ante el Mallorca cuando Luis García estaba todavía sentado en el banquillo. Pues bien, el plantel albiazul no ha sido capaz de saborear desde entonces un preciado triunfo en casa.

Dos nuevos puntos volaron esta vez tras un desajuste defensivo que desembocó en un tiro desde la frontal de Pablo Durán al que Owono no pudo dar la oportuna réplica. En realidad, ese jarro de agua fría se veía venir porque la actitud del Celta varió por completo en la segunda mitad asediando mucho más el área de la portería defendida por el guineano.

El Alavés se acomodó en exceso con el 1-0 a su favor y finalmente terminó pagando caro esa actitud tan conservadora que no se ajusta al ideario tan ofensivo que Coudet ha querido impregnar al grupo.

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La escuadra vitoriana replegó excesivos metros hacia atrás, cedió el balón y de esta forma vio cómo sus dos dos mediocentros ni tampoco los centrales fueron capaces de encimar un lanzamiento desde el borde del área de Durán.

La solidez en Mendizorroza se erigió la pasada campaña en la principal clave de la espectacular trayectoria liguera de los albiazules. Sin embargo, el recinto babazorro ha dejado de ser un fortín inexpugnable. Desde la citada victoria ante el Mallorca, el Alavés tan solo ha sumado tres puntos de 12 posibles tras la dolorosa derrota frente al Girona (0-1) y los empates ante el Leganés (1-1), el Athletic Club (1-1) y el Celta (1-1).