La NBA de los 80 estuvo tiranizada por el mágico dúo formado por Magic y Bird, dos estrellas que cambiaron la historia del baloncesto para siempre y lo elevaron a su categoría actual. En la siguiente década, la de los 90, el testigo fue tomado por Michael Jordan, que se transformó en un fenómeno global no igualado nunca por ningún deportista. 

Pero entre estos dos reinados baloncestísticos hubo una rebelión, un equipo que tomó el poder por la fuerza como los Detroit Pistons de Chuck Daly, más conocidos como los Bad Boys. Con un enfoque incluso bélico del concepto defensa, alcanzaron la perfección del trabajo atrás, cruzaban la frontera constantemente y los árbitros fueron incapaces de frenarles. Eran unos villanos y les gustaba serlo.

Salvando las distancias, porque el Getafe nunca ganará por razones obvias ningún campeonato liguero, el inminente rival el Alavés en el Coliseum figura en lo más alto del podio de equipos antipáticos. Siempre se encuentra con justicia en el punto de mira por sus continuas faltas y sus pérdidas de tiempo en los partidos, de los que menos duran en tiempo real. 

Bordalás, durante su anterior etapa al frente del Getafe Enric Fontcuberta

Impregnado por el sello inconfundible de José Bordalás, un técnico que durante su histórica campaña al frente del Alavés saldada con el ascenso a Primera optimizó al máximo sus recursos, el equipo del sur de Madrid no hace prisioneros en el campo. Es un especialista del llamado “otro fútbol”, ese consistente en sacar de quicio a los rivales mediante marrullerías, empujones sin el balón en juego o incluso algún codazo que ni siquiera el VAR está sabiendo sancionar.

Pues bien, si hay un jugador del Getafe que se ha erigido en el mejor soldado de José Bordalás y sabe manejar como nadie todos esos registros, ese no es otro que Damián Suárez. Apodado “El Zorro”, el uruguayo lleva toda una vida en la entidad azulona, con la que ha disputado 280 partidos oficiales entre todas las competiciones.

Los números no engañan a nadie. Durante todo este tiempo, ha recibido la friolera de 101 tarjetas amarillas y cuatro rojas, un número que podría ser más alto si cabe si los árbitros no hubiesen hecho la vista gorda en más de una ocasión. Por ejemplo, en la primera jornada liguera con aquel alevoso codazo en las costillas al centrocampista barcelonista Ilkay Gundogan.

Damián Suárez (i), del Getafe, disputa el balón con Joselu (c), del Espanyol durante un partido de la pasada temporada Juan Carlos Hidalgo

Secante de Luis Rioja

Como buen uruguayo y canchero donde los haya, el lateral derecho del Getafe acostumbra a practicar un fútbol subterráneo y se ha convertido en persona non grata para todas las aficiones rivales por su forma de comportarse sobre el terreno de juego. De hecho, rara es la jornada en la que no se las tiene tiesas con el jugador que trata de desbordarle por su banda.

Quien deberá mantener la frialdad en la jornada de este lunes dentro del cuadro albiazul es Luis Rioja, el futbolista con mayor capacidad de desequilibrio a las órdenes de Luis García y que ante el Sevilla destapó el tarro de las esencias con un gol y una asistencia. Por si las moscas y para prevenir daños, el punzante extremo sevillano deberá intentar no caer en ningún tipo de provocación. 

El defensa uruguayo del Getafe Damián Suárez (i) disputa un balón con el centrocampista del Alavés Manu García (d) durante el partido en el Coliseum Alfonso Pérez de la temporada 2017-18 VICTOR LERENA

Porque quien se ve las caras en el uno contra uno con Damián Suárez es consciente de las dificultades, no solo en el plano futbolístico sino también psicológico. Al margen de colocar siempre el aliento en la nuca a su par, el charrúa es de los que susurra cosas al oído para sacarle de quicio y se siente a gusto en las batallas dialécticas que muchos futbolistas protagonizan sobre el césped. 

El de Montevideo llegó al Getafe en 2015 tras finiquitar su contrato con el Elche. Cuando el equipo azulón descendió a Segunda División, Damián fue uno de los pocos futbolistas de la plantilla que no se fue y continuó defendiendo la camiseta madrileña en la categoría de plata. Ese detalle, junto a su bravura y su entrega, le han hecho ganarse para siempre a la afición del cuadro del sur de Madrid.