La categoría de plata, esa en la que actualmente compite el Glorioso con el principal objetivo de regresar cuanto antes a Primera, es popularmente conocida como una jungla donde se pueden encontrar tanto históricas escuadras que en su día rozaron la gloria en competiciones europeas, como otras de un pedigrí mucho más modesto y que cada jornada emulan un auténtico David contra Goliat sobre los tapetes del extenso territorio estatal.

El Sporting de Gijón, rival que pondrá a prueba la imbatibilidad que el Alavés mantiene en su feudo, corresponde al grupo de aquellos emblemáticos equipos que arrastran una historia tanto gloriosa como dramática. El conjunto asturiano, que rubricó una época dorada entre el final de la década de los setenta y los ochenta, ha vivido de primera mano la crudeza del fútbol. Fue en aquel entonces cuando el cuadro de Gijón participó en la Copa de la UEFA y acumuló varias temporadas luchando entre los mejores del fútbol nacional.

Sin embargo, al igual que le sucedió años más tarde al Deportivo Alavés, su dulce sueño en el que se codeaba entre los rivales más potentes se desvaneció y es así como tan solo ha disputado seis temporadas en Primera desde que comenzó el actual siglo.

En ese contexto donde se anhela el pasado y en el que se desea regresar a la época dorada es donde, precisamente, ha llegado el Grupo Orlegi. El entramado empresarial puso fin a un mandato con más sombras que luces de 28 años, el de la familia Fernández, al desembolsar un montante de hasta 43 millones de euros por hacerse con la mayoría del capital social sportinguista.

Orlegi Sports, la denominación deportiva del conglomerado que preside Alejandro Irarragorri, desembarcó en el fútbol estatal durante el pasado verano con el objetivo de ampliar su espectro futbolístico y abarcar un terreno, el español, considerado como uno de los más atractivos en el contexto balompédico mundial.

El grupo mexicano, que posee la mayoría de las acciones de otros clubes como el Atlas de Guadalajara, todo un histórico, y el Santos Laguna, que atesora una de las instalaciones deportivas más vanguardistas de América, ha brindado un espíritu ilusionante a la numerosa afición sportinguista, que quiere recibir a los equipos más laureados del fútbol estatal en su imponente estadio, un feudo que Orlegi también quiere rejuvenecer.

LA PACIENCIA, CLAVE

Los primeros pasos que Orlegi ha realizado en el Sporting de Gijón se corresponden a un modelo que más allá de buscar una reacción inmediata, desea establecer unos pilares antes de construir un proyecto sin desfalcos económicos. Así, una de las decisiones fue la de mantener al ‘Pitu’ Abelardo como el director de orquesta al frente del banquillo rojiblanco y la de potenciar la apuesta por Mareo, la emblemática fábrica de talento que históricamente ha regalado tantos éxitos al conjunto asturiano.

De cara al presente curso, en el que el Sporting quiere dejar de lado una última temporada donde alcanzó la permanencia prácticamente a última hora, Orlegi ha conformado un plantel con los mimbres necesarios para volver a los puestos de la zona noble. Es así como Abelardo se ha visto reforzado con la llegada de jugadores procedentes de la Liga MX como Juan Otero y Carrillo más otros más experimentados en el fútbol estatal como Cote, Cristo González, Insua o Pol Valentín.

Ahora, el rejuvenecido Sporting de Gijón cuenta con las herramientas necesarias para apuntarse como uno de los equipos aspirantes a ocupar la zona noble de la clasificación. Eso sí, pese al optimismo que se respira en la localidad asturiana, la realidad es que en el ecosistema competitivo de la Segunda División la fortaleza colectiva de los equipos destaca por encima de los proyectos creados a golpe de talonario.