Una de las decisiones más complicadas, y a la vez con mayor importancia, que deben tomar los equipos recién descendidos como el Deportivo Alavés es la de elegir al capitán de su barco. Algo para lo que se pueden valorar distintos perfiles, porque entrenadores dispuestos a dirigir en Segunda División hay muchos y variados, pero siempre teniendo muy en cuenta que el seleccionado deberá ser capaz, entre otras cosas, de soportar la presión y hacer frente a la exigencia que caracteriza a las escuadras favoritas.

En este sentido, el primero en decidirse fue el propio conjunto babazorro. El 23 de mayo, solo un día después de cerrar la temporada con su derrota ante el Cádiz en Mendizorroza, el Glorioso se despidió de Julio Velázquez y anunció a Luis García, lo que supuso una gran sorpresa. No debido a la elección del madrileño, pues su currículum obliga a considerarlo como una apuesta segura –aunque ninguna lo es en el fútbol–, pero sí por la rapidez de su fichaje, con el que la entidad de Mendizorroza dio muestra de sus intenciones.

Además, cabe mencionar que la afición alavesista necesitaba dicha celeridad y entereza, ya que, pese a que no cabe duda de que aún queda mucho trabajo por hacer durante el mercado estival, era fundamental que, tras una temporada tan decepcionante, la primera piedra del nuevo proyecto babazorro fuera capaz de revitalizar el ánimo. Sobre todo, después de que la continuidad de Sergio Fernández al frente de la secretaría técnica generara ciertas dudas entre aquellos seguidores que preferían empezar completamente de cero.

Luego, dos semanas más tarde que el Alavés, fue el Granada quien anunció a su líder. Al contrario que el cuadro albiazul, los nazaríes optaron por prescindir de su dirección deportiva y, para sorpresa de la mayoría, renovaron a Aitor Karanka, cuya labor en la recta final del curso, aunque no fuese suficiente para evitar el descenso, había dejado buen sabor en Los Cármenes. Una decisión valiente y que no por ser inesperada deja de tener sentido, porque el preparador vitoriano sabe muy bien lo que es pelear por el ascenso.

Aitor Karanka LaLiga

El Levante, por su parte, ha sido el equipo recién descendido de Primera División al que más le ha costado decidir a quién confiar su banquillo. Desde que terminó la temporada, los granotas han barajado los nombres de Alessio Lisci, Jon Pérez Bolo, Javi Calleja, José Luis Mendilibar, José Ángel Ziganda, Vicente Moreno e, incluso, Luis García, pero, finalmente, se han decantado por el tapado de la lista: Mehdi Nafti, cuya “pasión y liderazgo”, según explicó Felipe Miñambres, ha sido más decisiva que el currículum.

A estas alturas del verano, predecir cuál de las tres apuestas obtendrán mejor resultado es tarea imposible; no obstante, sí hay algo claro y es que cada una de las escuadras ha enfocado de manera distinta su incorporación para el banquillo. Mientras que el Alavés ha priorizado la trayectoria y la reputación, el Granada ha preferido dar valor a la continuidad –y, por ende, la confianza– y el Levante se ha decantado por un entrenador con proyección que va a trabajar al máximo para aprovechar su mejor oportunidad hasta el momento.

Entrenador del Levante, Mehdi Nafti. Efe

Tres plazas libres

Ahora bien, hay vida más allá de los tres descendidos y, a pesar de que todavía faltan varias semanas para que arranquen las pretemporadas, la gran mayoría de los rivales del Glorioso saben ya quién será su técnico el próximo ejercicio. En concreto, y salvo movimientos inesperados de otros clubes, el Real Oviedo, el Lugo y el Albacete son los tres únicos equipos de la categoría de plata que aún no se han decidido, aunque podrían hacerlo muy pronto.

Por otro lado, un dato también interesante es que, entre los conjuntos que han permanecido en Segunda División, son siete –teniendo en cuenta a ovetenses y lucenses– los que van a afrontar el curso 2022-23 con un nuevo entrenador. La Ponferradina ha fichado a José Gomes, el Real Zaragoza a Juan Carlos Carcedo, el Leganés a Imanol Idiákez, el Huesca al Cuco Ziganda y el Ibiza a Javier Baraja.