Una de las primeras decisiones que debe tomar el Deportivo Alavés respecto a su planificación de la próxima temporada, en la que, con la vitola de recién descendido, debería ser uno de los gallitos de la categoría de plata, está directamente relacionada con la figura de Sergio Fernández, cuya labor en la dirección deportiva de Mendizorroza, a donde llegó durante el verano de 2016, ha sido fundamental para que el Glorioso haya conseguido batir su récord de campañas consecutivas en la máxima división.

Esto último es irrebatible y por ello, pese a que su imagen se haya ha ido deteriorando con el paso del tiempo -hasta el punto de ser señalado como uno de los principales culpables de la triste decadencia que ha sufrido el conjunto babazorro-, la continuidad del secretario leonés, a quien aún le resta un año de contrato, prácticamente ha dejado de ser debate dentro de la propiedad. Y es que, según ha podido saber este periódico, en el Paseo de Cervantes confían en él para, en esta ocasión, arreglar el desaguisado que ha originado el descenso, siempre y cuando, eso sí, ningún otro club pague por sus servicios.

Una situación a la que nadie hubiera imaginado llegar al término de la primera temporada del Alavés en Primera, cuando se logró la permanencia de manera holgada y, por si esto no fuera suficiente, también se disputó la final de Copa del Rey, pero que se ha convertido en la cruda realidad después de tres paupérrimas campañas en las que el nivel de la plantilla ha sido cada vez peor y, por consiguiente, se ha terminado -aunque para sorpresa de nadie- descendiendo a Segunda División.

Seguramente, culpar solo a Sergio Fernández de dicho desenlace sea muy injusto, pues nadie sabe cuáles han sido los recursos que ha tenido a su disposición; no obstante, esto no le exime de sus principales errores. En concreto, y teniendo en cuenta únicamente el presente ejercicio, de tres de ellos: el no encontrar relevo a quienes ya habían demostrado no tener nivel como titulares; asimismo, crear un grupo con bastantes jugadores novatos; y, por último, la recurrente inestabilidad del banquillo.

Tres desaciertos a los que, en términos generales, se les podría sumar también el hecho de cambiar continuamente de opinión sobre el tipo de entrenador que se busca; o, además, la idea de incorporar futbolistas que, presentándolos como soluciones, van a tener un papel muy testimonial (Vallejo, Tenaglia y Jason) u otros que, directamente, ni siquiera han dispuesto de una oportunidad real para comprobar si pueden ser útiles o no -tal vez porque solo se les fichó solo por motivos económicos- y se han visto obligados a marcharse.

De todas formas, tal y como se ha adelantado, su continuidad en Segunda es, a día de hoy, casi una certeza y, en realidad, dicha determinación no sería para nada extra. Porque, al fin y al cabo, no todos los equipos se someten a un profundo lavado de cara en su dirección cuando consuman un descenso y, si la entidad considera que él es el indicado para devolver al Alavés a donde su afición merece, no tendría sentido invertir una parte del presupuesto -algo inevitable si no llega una oferta externa- en su marcha.

Y eso sin olvidar, por otro lado, que si ha habido un posición estable en Mendizorroza desde que el grupo Saski Baskonia asumió las riendas, esa ha sido precisamente la de director deportivo. Primero con Javier Zubillaga, quien fue el encargado de confeccionar las plantillas en el ascenso del barro, la Segunda B, a la élite; y después con el propio Sergio Fernández, cuya despedidas pocas veces ha estado sobre la mesa.

Ahora bien, lo que sí se sabe a ciencia cierta es que esta decisión, la de apostar al cien por cien o no por leonés y sus diferentes ayudantes, no debe demorarse mucho. Porque, para tener opciones de pelear por el ascenso la próxima temporada, el Glorioso necesita un proyecto ambicioso y sólido, lo cual siempre es más fácil de organizar con tiempo por delante. Sobre todo, si se necesita, como es el caso del conjunto babazorro, una importante reestructuración de la plantilla; algo que, eso sí, podría haberse hecho mucho antes.

Culpar solo a Sergio Fernández del desaguisado sería injusto, pues nadie sabe cuáles han sido los recursos que ha tenido