El Deportivo Alavés saltó ayer al césped de Mendizorroza con mucho por ganar -y más después de la derrota (2-0) del Elche en Anoeta-. Tras la inesperada debacle en Ipurua, los pupilos de Javi Calleja necesitaban recuperar sensaciones y, sobre todo, lograr una victoria que les diera oxígeno respecto al descenso, pero nada salió según lo planeado. En realidad, ni siquiera pareció, al menos hasta el minuto 85 de encuentro, que el Glorioso se estuviera jugando lo que realmente se estaba jugando y eso que, en la previa del duelo, el técnico alavesista comentó la importancia de demostrar esto mismo.

Al igual que hizo con el Eibar, el cuadro babazorro, que esta vez incluso se adelantó en el marcador, revivió con su particular efecto aspirina a un equipo inmerso en una mala dinámica -el Levante acumulaba cuatro derrotas consecutivas- y, en este caso, también a su capitán. Y es que Morales, que no marcaba desde finales de febrero, se encontró en el estadio gasteiztarra con un aliado vestido de rival.

Tras el famoso cooling break,el Alavés, en un acto de insensatez, le brindó metros y más metros al conjunto granota, caracterizado precisamente por castigar esos espacios, y el extremo madrileño batió en dos ocasiones a un Pacheco que no pudo más que mirar cómo el balón se estrellaba fuertemente contra su red.

En consecuencia, viejos fantasmas -avistados ya la pasada jornada- aparecieron en Mendizorroza y cada gesto de Calleja no hacía más que recordar a las imágenes de Abelardo contra el Celta. No obstante -y por fortuna para los intereses alavesistas-, los albiazules, con más dominio en la segunda mitad, tiraron de orgullo, que no de juego, y fueron encerrando a unos jugadores granotas que empezaron a acusar el paso de los minutos. Finalmente, en una acción con relativo suspense gracias al videoarbitraje, Joselu rescató un punto insuficiente pero con sabor a gloria a tenor de cómo había marchado el partido.

Ahora, a la espera de lo que hagan los demás rivales por la permanencia para conocer su posición final, el Alavés, que tiene 32 puntos a falta de solo tres jornadas para termina la temporada, deberá viajar a Alicante para enfrentarse al Elche (martes, 20.00 horas) en una auténtica final contra un rival directo de la zona baja. En la primera vuelta, aún con Pablo Machín al frente, los ilicitanos vencieron con relativa facilidad (0-2) en tierras alavesas aprovechando la debilidad de la escuadra vitoriana en las acciones a la espalda de su defensa.

Una de las sorpresas del once albiazul ante el Levante, más por estatus que por rendimiento, fue la suplencia de Lucas Pérez. Desde que Calleja se sentó en el banquillo -y dejó claro que contaba con todos los jugadores de la plantilla-, el delantero coruñés, acusado de poca implicación por Abelardo, había sido de la partida en todos y cada uno de los compromisos ligueros.

Sin embargo, pese a comenzar el choque en la grada, Lucas no tardó en saltar al terreno de juego. Fue en el descanso, después de una primera mitad sin prácticamente peligro ofensivo por parte del Alavés, cuando el gallego sustituyó a Pere Pons, autor del primer tanto de la tarde. El siete intentó ser relevante en el juego del equipo y participó en la transición, pero sigue con una tarea pendiente desde hace 5 meses: el gol.

El capitán granota, que no marcaba desde finales de febrero, supuso un quebradero de cabeza para la zaga babazorra