No se puede caer más bajo. No hay espacio por debajo del fondo del pozo en el que se encuentra. Esa es la única lectura mínimamente positiva que se puede hacer de la comparecencia de ayer del Deportivo Alavés. En menos de veinte minutos el equipo se hizo el harakiri regalando de manera incomprensible tres goles y consolidó el puesto de colista con el que, de manera provisional, había saltado al césped.

Pero si pésima es la situación clasificatoria, más preocupantes todavía son las sensaciones que transmite el grupo. Sin ningunda capacidad de reacción ni siquiera una pequeña luz al fondo del túnel que permita soñar con iluminar el oscuro panorama actual. Un escenario insostenible en definitiva a falta de nueve jornadas para cerrar la temporada de un centenario que amenaza con ser recordado por algo mucho más triste.

El castillo de naipes de ilusión y esperanza construido por El Glorioso durante las dos últimas semanas de parón competitivo se mantuvo en pie apenas un suspiro. Justo lo que tardó el Celta en probar su resistencia con un leve soplido. Aunque, en realidad, es más apropiado decir que fue el propio conjunto vitoriano el que provocó el derrumbe.

A los ocho minutos de juego Pacheco y Lejeune se enredaron en un tuya-mía en las inmediaciones del área y el último pase defectuso del francés lo aprovechó Denis Suárez para habilitar en profundidad a Aspas. El de Moaña devolvió la pelota al punto de penalti, donde apareció solo Nolito para marcar a placer.

La bomba celeste estalló en el rostro de un cuadro albiazul totalmente destruido ya y la dolorosa onda expansiva no tardó en aparecer. Al borde del cuarto de hora Pellistri se empeñó en una conducción en solitario en el propio terreno gasteiztarra. Como era de esperar, la jugada terminó en una pérdida letal con el equipo descolocado que el Celta, agradecido, no desaprovechó. En esta ocasión fue Aspas el que recibió el pase para, solo ante Pacheco, firmar el 0-2.

A renglón seguido se produjo el único tímido intento de reacción albiazul en una buena jugada entre Peleteiro y Rioja que culminó con un potente disparo cruzado del sevillano que Iván Villar despejó a córner con apuros. Fue un mero espejismo porque de inmediato llegó un nuevo regalo vitoriano. Un inofensivo saque de banda vigués cerca de su área se convirtió, por obra y gracia de los despropósitos gasteiztarras, en un contragolpe letal en el que Aspas y Mina jugaron con un solitario Lejeune hasta que el primero cedió al segundo para que marcara a puerta vacía.

En menos de veinte minutos el ridículo era ya insostenible y el Alavés se había cavado y metido solo en su propia tumba. Pudo ser todavía mayor el castigo porque primero Mina en el minuto 27 y después Nolito en una doble ocasión en la última jugada antes del descanso perdonaron a los de Abelardo.

El asturiano había movido el banquillo diez minutos antes de la pausa dando entrada a Javi López y Edgar Méndez por Duarte y Rioja, el más entonado del equipo hasta entonces. Pero ni estos cambios ni los posteriores consiguieron variar el rumbo de un encuentro que ya estaba claramente decidido.

En el segundo tiempo el Celta optó por levantar un poco el pie del acelerador, lo que permitió algún tímido acercamiento albiazul. Más todavía cuando Murillo vio la segunda tarjeta amarilla y fue expulsado en el minuto 54. Pero ni siquiera contra diez fue capaz El Glorioso de mostrar un atisbo de reacción.

Los visitantes continuaron dominando la situación a placer y más allá de algún chispazo puntual bien resuelto por Iván Villar no sufrieron lo más mínimo. Incluso con ventaja numérica. los despropósitos albiazules hacían fracasar la mayoría de sus acercamientos. Hasta que, en el minuto 85, un barullo en el área gallega se resolvió con el gol de Lejeune al segundo intento. Un tanto estéril que únicamente sirvió para estrechar un poco el marcador porque la suerte estaba echada hacía mucho. Mateu Lahoz decretó el final y con él el cierre por derribo de un Alavés que camina firme hacia el descenso.