- Lo normal durante todas las pretemporadas es que se produzcan golpes, sobrecargas o simples molestias musculares por la exigencia del trabajo físico que se realiza en estas fechas y la acumulación de sesiones de trabajo en doble turno que conduzcan a los futbolistas a guardar reposo algunos días e, incluso, a perderse algunos encuentros de preparación para evitar riesgos mayores. Así ocurre también actualmente en el caso de un Deportivo Alavés que tiene a varios de sus futbolistas entre algodones y al margen del grupo por molestias diversas de baja magnitud, amén de aquellos que han tenido que pasar por un período de cuarentena tras haber arrojado un resultado positivo en las pruebas de detección del covid-19. Pero no es esa la situación que está viviendo un Manu García que se encuentra recuperándose de una lesión de cierta relevancia en el pie que ya le lastró en el tramo final de la pasada campaña y de la que espera poder recuperarse a tiempo, aunque los plazos son muy ajustados, para poder arrancar el nuevo curso ya a las órdenes de Pablo Machín.

El capitán albiazul arrastraba molestias en un pie, un dolor muy intenso, desde el regreso de la competición y de ahí su ausencia durante unos cuantos partidos cuando se reanudó la pasada campaña. Unas pruebas a las que se sometió entonces desvelaron que sufría un edema óseo, pero el vitoriano quiso ayudar al equipo en el complicado tramo final del curso y recurrió a las infiltraciones en los últimos partidos -en varios anteriores estuvo convocado y en la grada, pero en realidad era más por una cuestión anímica dentro del grupo ya que no podía jugar- para mitigar el dolor y poder así ser alineado, por lo que Juan Ramón López Muñiz no dudó a la hora de recurrir a Manu en encuentros tan importantes como el del Getafe o el del Betis, en los que se acabó sellando la salvación.

Resuelto el curso de manera satisfactoria, el capitán se metió en el quirófano al día siguiente de terminar la competición. Si el domingo 19 de julio se bajó el telón de la temporada 2019-20, el lunes 20 el centrocampista vitoriano se sometió a una primera infiltración de plasma para tratar de resolver el edema óseo que tanto dolor le estaba provocando, procedimiento que repetiría por segunda vez el pasado 4 de agosto.

Desde ese momento comenzó el proceso de recuperación. Trabajo de fisioterapia y entrenamiento físico, pero sin la posibilidad de tocar el balón durante un período estimado de entre cuatro y seis semanas. Plazos ajustados al máximo -mañana se cumplen las cuatro semanas mínimas- que van a propiciar que llegue muy justo al inicio de la temporada el 12 de septiembre o que incluso se pierda la primera jornada.