- Si ha habido algo en el Deportivo Alavés que ha concitado las alabanzas unánimes del mundo del fútbol durante los ejercicios recientes ha sido su seguridad defensiva. Desde que con Natxo González en el banquillo logró escapar del pozo de Segunda B, pasando por el salto a Primera de la mano de Bordalás o los mandatos de Pellegrino o Abelardo, ElGlorioso ha destacado por construir una barrera prácticamente impenetrable alrededor de su guardameta sobre la que cimentaba la consecución de sus objetivos. Sin embargo, esa en teoría sólida construcción se vino abajo con estrépito la pasada temporada, en la que el cuadro albiazul se convirtió en un cheque en blanco para sus adversarios.

Ese fue sin duda uno de los grandes lastres del combinado de Asier Garitano a lo largo de todo el curso y, como consecuencia, una de las principales preocupaciones de Pablo Machín para el curso que arrancará en menos de un mes. Porque el nuevo inquilino del banquillo local de Mendizorroza tiene ante sí el reto de reconstruir la piedra angular que ha permitido al equipo mantenerse entre la élite.

De sobra es sabido que cada maestrillo tiene su librillo y esta máxima es aplicable también perfectamente al mundo del fútbol. Quizás precisamente por eso y ante la evidencia de que las innumerables vías de aguas que presentaba el trabajo defensivo albiazul el curso pasado hacía prácticamente imposible reflotarlo manteniendo el diseño original, los responsables de la entidad del Paseo de Cervantes optaron por un cambio total de materiales.

Y como renovar una plantilla al completo resulta virtualmente imposible de una año para otro, la directiva se decantó por contratar un diseñador con un estilo bien diferente. Una decisión que permite a Pablo Machín entrar en escena y le sitúa ante un reto complejo.

Nada menos que el de reconstruir el derruido muro defensivo alavesista . Pero, para ello, recurrirá un dibujo que nada tiene que ver con el anterior. Porque si algo identifica al preparador soriano es su decisión de conformar prácticamente todos sus equipos con una retaguardia integrada por tres centrales y dos carrileros de muy largo recorrido.

Un nuevo esquema al que tendrán que adecuarse los componentes de la plantilla gasteiztarra, que en contadas ocasiones han empleado este sistema a lo largo de los últimos años. Para ello, el intenso trabajo de pretemporada que está completando la plantilla desde hace diez días y el que llevará a cabo con la disputa de los primeros amistosos del verano a partir de la próxima semana resultará fundamental. La experiencia demuestra que una misma construcción puede ser igual de sólida estando construida por materiales diferentes. El Alavés ha optado por cambiar de proveedor este curso y el tiempo demostrará si ello le permite recuperar la solidez perdida.

Pacheco, Laguardia y Manu. A lo largo de los últimos años, como es lógico, la plantilla del Deportivo Alavés ha sufrido numerosos cambios, lo que ha llevado a que su fisonomía se haya ido transformando paulatinamente. Sin embargo todavía son varios los supervivientes en el vestuario albiazul del equipo que logró el celebrado ascenso a la Primera División y que marcó el camino que ha recorrido después en los cursos posteriores. Una de las claves de aquel inesperado éxito fue, sin duda, la solidez defensiva que se ha mantenido hasta que el año pasado saltó por los aires. Buena parte de responsabilidad de que esa solidez haya continuado la tienen los guardianes de aquel espíritu en la caseta de Mendizorroza. Se trata de Fernando Pacheco, Víctor Laguardia y Manu García. Piezas clave del ascenso y que en el Alavés actual continúan cargando sobre sus espaldas buena parte del trabajo de destrucción.