Ningún aficionado albiazul podría haber imaginado antes de que el balón echara a rodar en el Wanda Metropolitano un once tan revolucionario como el que Asier Garitano diseñó para tratar de romper la mala dinámica de juego y resultados. Se esperaba alguna rotación teniendo en cuenta el calendario tan ajetreado en esta atípica resolución de la temporada, pero al guipuzcoano se le fue más de lo normal la mano con una configuración de equipo realmente sorprendente. Dada la identidad de los futbolistas alineados por el técnico de Bergara, dio la sensación de que el Alavés renunciaba a los tres puntos y se conformaba casi con una derrota digna. Y eso fue finalmente lo que ocurrió ante un Atlético que no necesitó hacer nada del otro mundo para satisfacer su objetivo. Ya con Marcos Llorente sobre el césped para agitar a un anfitrión de lo más espeso en la primera parte y con un visitante cansado, le bastó un leve arreón tras el intermedio para infligir a los vitorianos la tercera derrota consecutiva y la cuarta en cinco partidos.

A excepción de Pacheco, Ely y Vidal, jugadores que habitualmente forman parte de la espina dorsal de Garitano siempre que les respeta la salud, el preparador babazorro concedió una tregua a la mayoría de titulares pensando en la doble confrontación de la próxima semana -esperan el Granada en Mendizorroza y el Valladolid en Zorrilla- y apostó mayoritariamente por un grupo de secundarios ante una oportunidad de oro para tratar de reivindicarse en un escenario sumamente complejo.

De esta forma, recibieron la alternativa piezas residuales como Tachi, Adrián Marín, Pere Pons, Fejsa, Edgar o Burke, además del mauritano Abdallahi Mahmoud, que a sus 20 años vivió su bautismo en Primera División abarcando mucho campo y siendo uno de los jugadores más destacados. Garitano jugó con fuego y finalmente terminó quemándose tras resistir el Alavés en pie una hora en uno de los recintos más exigentes de la máxima categoría. Bastaron dos acciones a balón parado para que el inestable edificio albiazul se desplomara. Primero con un testarazo de Saúl ante la pasividad de Burke en una falta botada por Trippier y a renglón seguido con un presunto penalti de Duarte a Llorente transformado por Diego Costa que tan solo apreció Melero López.

El cuadro albiazul renunció por completo al balón y se lo regaló sin miramientos a un Atlético que normalmente suele detestar la posesión y bajo la batuta de Simeone se siente más cómodo concediendo la iniciativa al adversario. Bien pertrechado atrás gracias al sistema 4-1-4-1, con las líneas bien juntas para no conceder espacios, abrazado a una disciplina espartana y en definitiva haciendo escasas concesiones en el apartado defensivo, el Alavés ofreció, al menos, una imagen de equipo más guerrero y rocoso que en sus fatídicos últimos desplazamientos al RCDE Stadium y Balaídos había brillado por su ausencia. Algo que tampoco era muy difícil apreciado el raquítico rendimiento del plantel vitoriano en Barcelona y Vigo. Incluso sacó de forma esporádica algún contragolpe de mérito que puso en apuros al conjunto más granítico de la competición. Con el paso de los minutos, el Alavés recuperó una fisonomía más reconocible gracias al paulatino ingreso de los titulares, pero la reacción llegó tarde. En definitiva, mejor imagen que en jornadas precedentes pero otra derrota más en el equipaje de vuelta a casa.

El mauritano Abdallahi se convierte en el cuarto canterano que debuta esta temporada a las órdenes del técnico de Bergara