Vitoria - Una roca prácticamente indestructible, que ni siquiera los sistemas de explosión más potentes sean capaces de dinamitar. La aspiración del Deportivo Alavés en lo referido al capítulo defensivo es clara y no se circunscribe únicamente a la presente temporada, pues es un deseo que viene de lejos y que se considera como un factor clave sobre el que cimentar el crecimiento del equipo. Aunque esta temporada cuente con una dupla de argumentos ofensivos de calibre mayor -solo Luis Suárez y Leo Messi superan la asociación goleadora que representan las dieciséis dianas que suman Lucas Pérez y Joselu-, El Glorioso sabe a la perfección que todas sus opciones de éxito pasan por evitarle el sufrimiento a Fernando Pacheco. Por ello, no es ninguna casualidad que las seis victorias que aparecen este curso en el casillero albiazul hayan llegado en encuentros en los que los de Asier Garitano han dejado dejar a sus rivales de turno en blanco. Solo en un partido en el que el oponente no ha marcado, el empate ante el Espanyol, no se han sumado los tres puntos. La cruz de la moneda la representa el hecho de que encajar goles hace que el triunfo se convierta en una tarea imposible para los alavesistas, que ayer escribieron un nuevo capítulo de este particular mal que les atenaza en la presente campaña. Y lo hicieron, además, con errores gruesos e inconcebibles en un entramado que venía de firmar ante el Levante una actuación de enorme solvencia. Pero frente al Villarreal, esa sólida roca se convirtió en porosa hasta deshacerse a los pies del agradecido Submarino Amarillo.

El partido empezó ya torcido en ese sentido cuando, con un desplazamiento en largo diagonal, Raúl Albiol desmontó todo el entramado de contención. Ya de partida, la línea del fuera de juego estaba mal tirada, por lo que la zaga comenzó a recular mientras los atacantes iban de cara. Martin Aguirregabiria midió mal y ni fue capaz de cortar el pase ni tampoco de cerrar el espacio a su espalda a Moi Gómez. El alicantino encontró abierto el pasillo para internarse por la izquierda y servir desde allí a la ruptura de Carlos Bacca, que se coló entre los dos centrales para rematar a placer y poner el 1-0 a los diez minutos.

Insistió mucho por los costados el equipo de Javi Calleja, sobre todo buscando la velocidad por la izquierda de Samu Chukwueze. Le tocó a Rubén Duarte sufrir lo indecible con el extremo -Martin seguía también padeciendo lo suyo cada vez que Moi Gómez cogía el balón-, pero el nigeriano se equivocaba una y otra vez en la definición y permitía que el Alavés sobreviviese.

Cuando ya el encuentro parecía controlado y tras el empate Mendizorroza esperaba el arreón final en busca de la victoria, un debutante en Primera División de diecinueve años como Fer Niño heló la sangre del alavesismo con un gol de bandera 114 segundos después de entrar en el césped. Un pase errado por Víctor Camarasa tras una recuperación lo aprovechó Manu Trigueros para filtrarle un balón en profundidad al joven delantero. Aprovechando que Víctor Laguardia estaba descolocado, le cogió la espalda a Rodrigo Ely y con un control maravilloso condujo el balón a su diestra, con la que sacó un zapatazo que le dobló los dedos a Pacheco. El segundo tanto del cuadro amarillo que consumó la derrota vitoriana en una tarde de errores defensivos muy graves.