Un equipo que como el Deportivo Alavés se quiere construir desde los cimientos defensivos no se puede permitir noches como la que ayer vivió en Villarreal, donde concedió en exceso a un rival de una calidad tremenda que supo aprovechar a la perfección todos y cada uno de los fallos de los albiazules a lo largo del partido. A cada espacio, prácticamente un golpe; todo lo contrario que un cuadro alavesista que tuvo su momento en el arranque de la segunda parte tras una primera desastrosa, pero que tiró por el desagüe sus opciones de puntuar en tierras castellonenses por un serial de concesiones que se acabaron pagando muy caro.
Aseguró Garitano que el del Celta había sido el mejor partido de la temporada y esa convicción le condujo ayer a calcar en Villarreal el mismo once que el pasado domingo utilizó contra el cuadro vigués. También se repitió la idea de ceder el balón al rival y buscar la presión y recuperación, pero un desajuste grave tras una falta a favor echó por tierra el planteamiento. Un robo de Anguissa, un pase al espacio de Gerard con Laguardia rompiendo el fuera de juego y la carrera en velocidad de Ekambi para plantarse ante Pacheco y superarle en la definición a los 13 minutos de juego.
La ventaja asentó el dominio de un Submarino Amarillo que se convirtió en amo y señor del partido ante un Alavés tan ineficaz en la recuperación como errático con el balón durante los pocos segundos en los que el cuadro local cedió la posesión. Los albiazules corrían detrás del balón sin ser capaces de llegar a la recuperación y también sin idea alguna cuando el control del esférico regresaba a su poder, siempre de manera efímera por la velocidad con la que se volvía a regalar. El enfado de Garitano en el área técnica era descomunal, con gestos constantes en los que mostraba su descontento con lo que estaba presenciando.
Casi media hora le costó al Glorioso darse cuenta de que el castellonense es un equipo tremendamente peligroso con el balón, pero que sufre lo indecible cuando no lo tiene. Así se asomaron los vitorianos al balcón de Asenjo, aunque a costa también de comenzar a sumir riesgos ante un rival que en la contra lo hacía de maravilla. Casi lo mejor al descanso, que la desventaja fuese de un gol y hubiese espacio a la reacción después de una primera parte de vuelta a las andadas, con una imagen indolente y de equipo sin alma y sin idea alguna demasiado parecida a la de los dos derbis que situaron al equipo al borde del abismo.
Seguramente Garitano incidió en el descanso en la endeblez defensiva del rival y el Alavés ofreció una versión muy distinta en un arranque del segundo acto en el que se fue con ímpetu a buscar la portería para encontrar premio a las primeras de cambio. Tras una buena combinación, un centro de Duarte con mal despeje de Albiol lo enganchó Lucas Pérez con una chilena para su cuarto tanto seguido y empatar en el 50.
El gol activó por completo a los albiazules, que a partir de ese momento sí que recordaron al equipo que aspiran a ser y que habían sido en las últimas jornadas. El trabajo de recuperación comenzaba a ser eficiente y cada zarpazo en la ofensiva era de enorme peligro, con la anulación por fuera de juego de una nueva diana de Lucas y dos remates casi encadenados de Duarte que no acabaron en el fondo de la red por muy poco, con la única réplica de Cazorla estrellando un disparo contra el palo.
Estaba El Glorioso en lo mejor cuando le llegó un mazazo de los que hacen daño de verdad. Martin no fue capaz de cortar un balón y en su salida habilitó un pasillo a Moi Gómez que Vidal no llegó a cerrar. El servicio del extremo encontró a Ekambi en el primer palo para desequilibrar el nuevo el marcador.
Quemó naves en banquillo vitoriano con las entradas de Borja Sainz y Burke y tuvo la igualada el escocés con un cabezazo que se le fue por poco. Aunque quedaban casi veinte minutos, ahí murió un Alavés que a cuatro del final fue sentenciado en una nueva contra ejecutada por Gerard Moreno -aun completaría Ontiveros con el cuarto en una falta- que vino a corroborar una noche de concesiones que se pagaron muy caro.
El almeriense firmó una actuación sobresaliente y se convirtió en un importante estilete ofensivo con peligrosas incorporaciones por la banda y dos disparos muy peligrosos.
Defensa porosa El Alavés naufragó por completo en el apartado defensivo, el que tiene que sustentar su juego. Muchas concesiones defensivas con errores de grueso calibre que le permitieron al Villarreal marcar cuatro goles con mucha facilidad y que impidieron optar a los puntos cuando el equipo había mejorado en el arranque de la segunda parte.
Momento desaprovechado El cuadro albiazul había naufragado durante la primera parte, pero en el inicio de la segunda dio un paso adelante y consiguió empatar por mediación de Lucas Pérez. El equipo se creció ahí, pero luego llegó el mazazo del 2-1.
El central maño no acostumbra a cometer demasiados errores y por ello cuando tiene actuaciones como la de ayer resalta mucho más en lo negativo. Un partido para olvidar.