Vitoria - La edición de este año del Beti Alavés Jaialdia quiso realizar un merecido tributo al pasado, con el homenaje a aquellos alavesistas fallecidos que engrandecieron al club en el campo o los despachos y también a aquellos otros que acompañaron al equipo a lo largo y ancho del mapa del fútbol, en los mejores estadios de Europa y en lo más inhóspito del balompié de barro. Y, al mismo tiempo, supuso también una clara muestra de que la masa social de este club se encuentra en estos momentos más viva que nunca, como bien refleja la masiva presencia de niños ataviados con los colores azul y blanco que son la enseña de la entidad. Una gran fiesta del alavesismo, recordando el ayer y brindando por el mañana.

Con la referencia del cincuenta aniversario de la muerte en accidente de tráfico de Andoni Sarasola cuando vestía la camiseta albiazul en 1969, el tradicional homenaje a los fallecidos -en representación del club estuvo el presidente Alfonso Fernández de Trocóniz, así como jugadores de la primera plantilla como Manu García, Tachi, Adrián Marín y Javi Muñoz, además del equipo femenino y miembros de todas las peñas, que fueron las encargadas de la organización del evento- sirvió en esta ocasión para inaugurar una placa conmemorativa que será ya un recuerdo permanente en Mendizorroza. Con pirotecnia y una humareda azul y blanca, la txalaparta y el aurresku sirvieron como banda sonora en tan emotivo momento. El Beti gurekin omenaldia ya es una parte más de la fachada del estadio, con una vela que se pretende mantener encendida de manera permanente como tributo.

Acto seguido se procedió a la inauguración de dos nuevos murales -en este acto se pudo ver a personajes importantes del Alavés del presente, como el consejero y director de la Fundación 5+11 Luis Querejeta, y también del pasado, como el exjugador Óscar Téllez- que han pasado a decorar el exterior del recinto. En el primero de ellos, en el que aparece la figura del propio Sarasola, reza la leyenda A un club no lo hacen grande sus títulos y fueron los hermanos del propio exfutbolista los encargados de su puesta de largo. A su lado, un tributo a la mujer alavesista, cuyo corte de cinta correspondió a Mery Ortiz de Pinedo, la capitana del equipo femenino que estuvo secundada por todas sus compañeras en el acto.

En azul y blanco Los homenajes dejaron también su espacio al disfrute. Sobre todo el de esos chavales que en el futuro tendrán que enarbolar la bandera del alavesismo que hoy portan sus mayores. Los colores azul y blanco que representan al Glorioso se convirtieron en los grandes protagonistas. No en vano, del taller de pintura salían todos los pequeños con la cara teñida con tan identificables tonos. Los mismos que en el taller de lana se utilizaron para confeccionar el nuevo vestido del Árbol albiazul, justo frente a la entrada de las oficinas del club en el Paseo de Cervantes. Olimpiadas, futbolines e hinchables representaban el fútbol del ayer -como las camisetas, las insignias, las fotos o diversos objetos que los coleccionistas del alavesismo expusieron a lo largo de la mañana-, que encajaba con el balompié del presente, en forma ya de videojuegos.

Las seiscientas raciones de patatas con chorizo que compusieron la comida popular supusieron el mejor sustento posible para pasar toda la tarde con energías renovadas. Y también para encarar otra cita exigente aún previa al partido, el concierto de los in combustibles Joselu Anaiak. El himno del Deportivo Alavés supuso el colofón a la gran fiesta en torno al estadio. Mendizorroza se tiñó un año más de azul y blanco en la gran fiesta del sentimiento albiazul. Un Beti Alavés Jaialdia que sirvió para rendir tributo al pasado y que evidenció que el futuro del club está asegurado.