Los grandes magos siempre reservan su truco más impactante para cerrar en todo lo alto el espectáculo y el Deportivo Alavés rebuscó ayer en el armario para vestirse sus mejores galas y emular al increíble Houdini con un artificio merecedor de entrar en la historia. Con Ibai Gómez como estrella principal sobre el escenario del Nuevo Zorrilla, el combinado vitoriano dejó boquiabiertos a todos los presentes convirtiendo el insustancial polvo en valiosísimo oro apenas unos instantes antes de que la bajada del telón anunciase un final que prácticamente nadie hubiese imaginado.

Porque únicamente así, como un genial truco de magia, puede explicarse lo acontecido en el epílogo del duelo entre El Glorioso y el Valladolid. Tras la disputa de más de noventa minutos de juego gris y plano durante los que el que más cerca estuvo del gol sin duda fue el cuadro local, en el momento más inesperado, el marcador se desequlibró a favor de la escuadra de Mendizorroza. El equipo pucelano botó un córner en lo que parecía la última ocasión de la contienda, el primer rechace le cayó a Twumasi en el área albiazul y el ghanés abrió a la banda izquierda, por la que Jony se adentraba como un puñal a velocidad de vértigo. Sin que ningún adversario pudiese evitarlo, el asturiano recorrió prácticamente todo el terreno de juego hasta acercarse a la línea de fondo y ejecutar el pase de la muerte. Un envío que parecía destinado a Twumasi -que le había acompañado en la carrera y se encontraba solo en el área-, pero el africano no calculó bien las distancias y la pelota le rebasó para desesperación de todos los aficionados albiazules. Sin embargo entonces, como salido de una chistera, apareció Ibai Gómez en el segundo palo para conectar su pie izquierdo con el balón y alojarlo suavemente en las redes blanquivioletas. Nada por aquí, nada por allá y tres puntos mágicos al casillero albiazul.

Muy poco más se puede pedir a un encuentro en el que el Deportivo Alavés apostó más por no perder que por ganar y que supone arrancar de la mejor manera posible la importante serie de cuatro enfrentamientos consecutivos ante adversarios directos por la permanencia. De momento el plantel de Abelardo disfruta de la máxima tranquilidad instalado en la zona confortable de la clasificación y aspira a continuar poniendo tierra de por medio respecto a aquellos conjuntos con los que, a priori, debe jugarse el pan y la sal este curso.

Pese al final feliz, la visita a Valladolid sin embargo se había torcido de inicio con la baja de última hora de Rubén Sobrino. El de Daimiel, el mejor del equipo hasta ahora, se quedaba fuera de la lista por una inoportuna sobrecarga, lo que unido a la ausencia ya conocida de Bastón obligaba a Abelardo a improvisar una nueva delantera. El asturiano optó por dar la iniciativa a Guidetti y Calleri, pero no fueron los únicos cambios. El debutante Darko Brasanac ocupó la plaza de Manu García en el centro del campo y Ximo Navarro la de Maripán en el eje de la zaga.

Así arrancó el duelo, que fue un efectivo soporífero durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Tras el descanso el Valladolid se decidió a apretar un poco más el acelerador mientras que el Alavés optó por esperar agazapado su oportunidad. El principal peligro local llegó por la banda izquierda, donde Martin fue claramente superado por Toni Vila. En líneas generales El Glorioso controló bien las acometidas locales y, cuando no pudo conseguirlo, apareció una vez más la figura salvadora de Pachecho para hacer posible lo imposible. Como el increíble mano a mano que le ganó a Keko Gaitán en el minuto 78 antes de que Laguardia demostrase su eficacia llegando antes que el delantero al rechace para despejar a córner.

Las escasas incursiones ofensivas alavesas, por su parte, eran más fuego de artificio que otra cosa y este susto pareció terminar de convencer al equipo de que el empate era un premio suficiente. Concedió la pelota al rival y se dedicó a esperar que el cronómetro dictase su ley. O eso parecía al menos. Porque la realidad es que estaba desviando la atención para ejecutar su mejor truco. Convertir el polvo en tres puntos de oro

Arranque mediatizado. La inesperada baja de última hora de Sobrino obligó a Abelardo a introducir más cambios de los deseados y formar con una delantera inédita compuesta por Guidetti y Calleri, lejos aún ambos de su mejor momento.

Pacheco. El pacense volvió a ser determinante desbarantdo un par de ocasiones clarísimas del Valladolid. El trabajo defensivo del equipo fue bueno en líneas generales pero, cuando debió examinarse, respondió con matrícula de honor.

Fe hasta el final. Pese a dar por bueno el empate, el Alavés mantuvo la fe y encontró el premio en el descuento.

Cambios con rendimiento. Obligado en algunos casos (lesiones de Bastón y Rubén Sobrino) y por decisión técmica en otros, lo cierto es que el asturiano introdujo importantes cambios en el once titular. Aunque el juego del equipo fue bastante gris en líneas generales tampoco sufrió demasiado en defensa y tuvo la capacidad de dar el golpe de gracia al rival en el último suspiro.

El asturiano volvió a ser decisivo. El más activo en ataque durante todo el choque, su increíble sprint final por toda la banda izquierda para dar el pase de la muerte a Ibai vale tres puntos.

El canterano sufrió muchísimo durante los noventa minutos para tratar de contener a Toni Vila, que le superó claramente en la banda y generó el principal peligro local.

0-1, minuto 93: Ibai Gómez. El Valladolid ejecuta un córner en lo que parece su última oportunidad. El primer despeje le cae a Twumasi en el área albiazul, que abre para la carrera por la izquierda de Jony. El asturiano llega casi hasta la línea de fondo y pasa atrás para que Ibai Gómez remate a la red en el segundo palo.

Amonestó Darko Brasanac (minuto 18) y Martin (minuto 44) por parte del Alavés y a Anuar (minuto 41), Nacho (minuto 49) y Óscar Plano (minuto 86) del Valladolid.

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