No hay momento del día en que no sueñe que con volver a un campo de fútbol. Volver a vestirse de corto, compartir confidencias de vestuario y sentir como antaño el olor del verde. No hay momento del día en que Santi Cazorla no sueñe con volver a sentirse futbolista desde que aquel lejano 10 de septiembre de 2013, en un partido amistoso entre España y Chile, un golpe en su talón derecho derivó con el tiempo en una incómoda fisura en el hueso. Aquel, a priori, rutinario lance del juego comenzó sin embargo a mutar con el tiempo en un dolor insoportable en su tendón de Aquiles, a pesar de lo cual disputó en el resto de aquella temporada 13/14 un total de 46 partidos con el Arsenal, lo que le permitió incluso ganarse un nuevo contrato con los gunners. El dolor, no obstante, nunca remitió. “Si entraba en calor podía jugar sin muchos problemas, pero si me enfriaba, se me caían las lágrimas”, señalaba entonces el centrocampista asturiano.

Lejos de mejorar, su suerte empeoraría unos meses después cuando sufrió una rotura del ligamento externo de la rodilla izquierda que le obligó a pasar por el quirófano y parar durante casi medio año. Regresó a finales de la campaña 15/16 coincidiendo con la fase final de la Champions League, sin embargo, el largo período de inactividad afectó contra todo pronóstico a su vieja herida en el talón. Y la cirugía volvió a llamar a su puerta en lo que supuso el inicio de una pesadilla interminable a la que aún hoy nadie es capaz de poner fecha de caducidad. Hasta ocho veces ha sido operado Santi Cazorla de su lesión en el talón, “la peor que he visto nunca”, manifestó apesadumbrado Arsene Wenger, el que fuera su entrenador en el Arsenal. Heridas abiertas, infecciones y hasta una maldita gangrena que a punto estuvo de terminar en amputación conforman el dantesco historial médico del jugador, que en una entrevista reciente en Marca reconoció que las infecciones se habían “comido” ocho centímetros de su talón.

A pesar de este rosario de penurias, Cazorla no deja de soñar, pese a todo. Así que su día a día es una lucha diaria por tratar de volver a ser una décima parte de lo que algún día fue sobre un campo de fútbol. El pasado 26 de abril, el Arsenal, del que ya se ha desvinculado, publicó unas imágenes del jugador entrenándose en el Emirates Stadium en lo que parecía ser el rush final para su regreso al equipo. Sin embargo, una nueva deriva física, en este caso un edema óseo, obligó a demorar de nuevo su esperado regreso. Y vuelta a empezar. Con infinita paciencia.

uno más en el juvenil B Distribuyó su recuperación entonces entre Salamanca, donde se puso a las órdenes de Juan Carlos Herraez, su Oviedo del alma y Vitoria, donde periódicamente acude a la consulta del prestigioso doctor Mikel Sánchez, un virtuoso del plasma que supervisa la recuperación de su grave lesión en el talón, y donde fortalece su masa muscular en la ciudad deportiva del Bakh. Por las tardes, eso sí, se da el gusto de saltar al césped para mimar el balón junto a alguno de los equipos juveniles del Alavés. El que dirige Bittor Llopis, el B, compartió sin ir más lejos esta semana sensaciones con uno de los mejores centrocampistas de la última década. Los presentes en Ibaia aseguran que los chavales simplemente “alucinaron” con la presencia de todo un ex internacional y campeón de dos Eurocopas, mientras que el propio Cazorla, humilde donde los haya, volvió a disfrutar como un juvenil a sus 33 años. Esta vez, su regreso sí parece tener fecha de caducidad.