Vitoria - Más allá del mayor o menor acierto ofensivo del equipo o su capacidad para cerrar a cal y canto la portería que unas veces defendía Pacheco y, las menos, Antonio Sivera, sin duda una de las claves que bien podrían explicar el milagro del Alavés en la pasada temporada se encontraría en su vestuario. Un polvorín a punto de explotar allá por el mes de diciembre que tras la llegada de Abelardo sofocó la mecha que lo amenazaba cuando apenas restaban un par de palmos para la detonación. De haberlo hecho, es casi seguro que ahora mismo el Glorioso estaría planificando el próximo curso en Segunda División. Pero no ocurrió, entre otras cosas porque el técnico asturiano, el cuarto de una lista infame tras Luis Zubeldía, Javi Cabello y Gianni De Biasi, apuntaló desde su llegada los principios básicos que marcan el devenir de un vestuario profesional, especialmente cuando este se encuentra contaminado, viciado y con tendencia a las camarillas.
Así que tiró el Pitu de manual y cerró filas en favor de un grupo al que ya en su propia presentación lanzó flores y piropos a diestro y siniestro como si no hubiera un mañana. Consciente de la imperiosa necesidad de inocular el virus de la confianza a un plantel hundido como aquel, tuvo la virtud Abelardo de ponderar de manera continuada la calidad de los jugadores, ensalzar como nunca el papel de los menos habituales y reiterar hasta la saciedad, aunque ni él mismo se lo creyese, esa suerte de mantra de que para él todos los jugadores eran iguales a la hora de elaborar una convocatoria. Mentiras piadosas y hasta necesarias como la que ayer mismo reconoció Zinedine Zidane en su sorprendente dimisión como técnico del Real Madrid. Mentiras tan habituales y viejas como el propio fútbol, y que solo el tiempo acaban sacando a la luz.
Las palabras que Álvaro Medrán deslizó en la edición de ayer del diario Marca representan, sin ir más lejos, la otra cara del vestuario feliz que siempre defendió el técnico asturiano. En la primera entrevista que el exjugador del Alavés ha concedido tras el retorno a Valencia después de su cesión en Vitoria, sus palabras evidencian el poco feeling, por no decir ninguno, que el centrocampista tuvo con Abelardo y lo erróneo que fue su decisión de recalar en Mendizorroza después de una ilusionante pretemporada con los Ché a las órdenes de Marcelino. “No me arrepiento de haber venido a Vitoria pero pienso que no fue una decisión acertada”, reconoce Medrán, que a continuación califica de “mala” su etapa en el Alavés. “El balance que hacemos es malo. Yo tenía claro que quería ir al Alavés pero nada más llegar cambiaron de entrenador y trajeron a otro con otros sistema de juego... Luego se volvió a cambiar y al final vas teniendo menos oportunidades y no aciertas... Y te plantas en otro año como en Valencia. Siete entrenadores en dos años y así es complicado”, abunda el jugador, que desde el pasado mes de diciembre solo jugó un partido como titular (ante el Barça en el Camp Nou). “Tanto Wakaso como yo lo hablamos muchas veces. Hicimos un buen partido los dos y al fin de semana siguiente él se quedó sin convocar y yo en el banquillo. Cuando el míster decidió su equipo, le dio confianza y ya era difícil cambiar de opinión”, reconoce Medrán, que en un capítulo posterior desgrana su particular relación con Abelardo. “Me siguió metiendo algunas segundas partes, pero él piensa que no aproveché las oportunidades. Cada partido que me sacaba, al siguiente estaba sin convocar. Decisiones suyas. Él vería lo mejor para el equipo pero yo no acababa de entender que me sacara del equipo con tanta facilidad. Yo seguía trabajando, me dio pocas oportunidades y así acabó la temporada.
el día que rompió a llorar... Respecto a su episodio más emotivo con la camiseta albiazul, el que se remonta a la jornada 34ª ante el Las Palmas en el estadio insular, donde Medrán rompió a llorar ante las cámaras después del partido tras jugar y marcar uno de los cuatro goles con los que el equipo certificó de forma matemática la permanencia, el exjugador albiazul también realizó un ejercicio de sinceridad. “Me emocioné porque creo que nunca se fue justo conmigo, nunca se fue claro con mi persona. Yo trabajaba duro y el cuerpo técnico incluso me felicitaba por cómo entrenaba, pero nunca llegaban las oportunidades. Siempre me dejaba sin convocar y cuando lo hacía y salía a jugar el partido siguiente me desconvocaba. Yo no lo entendía y tampoco había un trato cercano a los jugadores que estábamos en esa situación y era jodido. Ese día pensaba que me iba a quedar sin convocar y que había viajado para hacer grupo, por eso cuando salí y marqué se me vino todo encima...”.
Su emotiva reacción ante las cámaras -que pronto se tornó en viral- desató una catarata de muestras de cariño hacia el jugador. “Hubo bastante gente que me escribió. Me emocionó más recibir tantos mensajes en los que me decían que entendían la situación, que lo que me había pasado. Fue algo muy bonito dentro de lo malo de la situación, ver tanta gente que te escribe. Sobre todo los mensajes de mi familia, que saben la situación en la que llevo estos años. Desde que salí del Real Madrid han sido años difíciles, no he tenido mucha continuidad, pero ahí seguimos peleando para que la cosa cambie”.