0-1, minuto 5: Guidetti. Cabalgada por la izquierda de Sobrino hasta pisar área, cede a la llegada de Guidetti y el sueco saca un disparo al palo izquierdo.
Amonestó a Juncà (minuto 44), Martin (minuto 51) y Arbilla (minuto 77).
Gol y resistencia. El Alavés firmó un gran arranque de partido y tras su gol a los cinco minutos tuvo unas cuantas buenas salidas a la contra en las que no fue capaz de definir. Tras el descanso, el juego ofensivo desapareció por completo y el derbi se volcó sobre la portería de Pacheco, donde la zaga albiazul firmó una actuación soberbia para evitar el empate en una segunda parte sin ningún control.
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Como si el calendario hubiese retrocedido hasta mediados del pasado siglo e Ipurua se hubiese trasladado hasta las Ardenas, el Deportivo Alavés se metió ayer de lleno en una trinchera propia de la Segunda Guerra Mundial en la que se parapetó para defenderse de un bombardeo del Eibar del que acabó saliendo indemne firmando un ejercicio de contención sobresaliente. Así dio valor de oro al gol de John Guidetti a los cinco minutos en el que sería el único remate albiazul en todo el derbi. Casi todo lo demás se puede resumir en un cuadro armero volcado sobre la portería visitante y un Glorioso empeñado en despejar el peligro de cualquier manera. Varios jugadores vitorianos regresarían ayer a casa con dolor de cabeza después de tanto testarazo, pero con la satisfacción de un trabajo serio y solvente para firmar una victoria que deja certificada la permanencia.
No renunció Abelardo a sus habituales pequeños retoques semanales en la alineación y ayer remodeló las bandas con los regresos de Ibai Gómez y Pedraza y decidió seguir apostando por la titularidad de Sobrino, aunque esta vez en punta de ataque. Buscaba el técnico gijonés la potencia y capacidad de desborde del punta de Daimiel y no le pudo salir mejor la apuesta. En el primer ataque, Sobrino recorrió toda la banda izquierda hasta internarse en el área y ceder atrás a la llegada de Guidetti, quien en la frontal sacó un disparo ajustado al palo izquierdo que supuso el 0-1 en apenas cinco minutos.
Si la idea de inicio ya era la de recuperar y salir, el tanto no hizo sino reafirmar las intenciones de un Glorioso que se asentó con enorme solvencia sobre el césped de Ipurua e hizo sufrir a un Eibar que mostraba enormes problemas para sacar el balón jugado. Demasiados errores en el pase que propiciaron las salidas al galope alavesistas, una de ellas culminada con un derribo a Duarte en el área por empujón de León justo delante de un Undiano Mallenco que no interpretó la acción como punible cuando el derribo fue clarísimo.
Tras ese serial de acometidas sin premio por la falta de precisión en el último pase, Pacheco tuvo que aparecer por vez primera para frenar ese cañón de milimétrico que León tiene en su diestra. Si hasta entonces el campo estaba volcado hacia la portería de Dmitrovic, desde entonces fue el cuadro armero el que le imprimió el derbi su vertiginoso ritmo con sucesión de centros al área.
Los albiazules cedían metros y se parapetaban en el área con más sensación de sufrimiento que de peligro real, pero les costaba despejar ese agobio del entorno de Pacheco. Eso sí, cuando conseguían sacar limpio el primer pase la situación se convertía de inmediato en ventajosa por los enormes espacios que los eibarreses dejaban a sus espaldas. Solo la falta de precisión en los últimos metros evitó que el meta local lo pasase peor durante la primera parte, cerrada con el referido 0-1.
A cabezazo limpio Arremetió con fuerza el equipo de Mendilibar en el arranque del segundo acto subiendo todavía más las revoluciones del partido. Un paso atrás, demasiado atrás, y nuevo ejercicio de resistencia por parte alavesista, sobreviviendo a base de despejes al bombardeo de centros desde los flancos. Y, de nuevo, hubo de aparecer Pacheco para frenar un disparo de falta directa de León. Mucho sufrimiento y sin capacidad para quitarse de encima el agobio.
Cada minuto que pasaba subía un poco más el nivel del agua que amenazaba con ahogar al Alavés, que se defendía a cabezazos y perdía el balón nada más recuperarlo. Como si el cercano frontón Astelena hubiese ascendido hasta la colina en la que se encuentra Ipurua, así era el sistema de contención vitoriano. Sin apenas fallos, salvo un despiste que permitió rematar solo a un Kike García que erró en la definición.
El paso de los minutos ahogó el ímpetu armero ante una zaga en la que rebotaba cada balón que llegaba. Una exhibición de concentración, colocación y solidaridad. Siempre aparecía una pierna o, en la mayoría de las ocasiones, una cabeza albiazul -en el tramo final con tres centrales tras la incorporación de Alexis- para abortar el peligro. Y, por si acaso, Pacheco ejercía de perfecto guardaespaldas. Un ejercicio de contención perfecto para firmar la supervivencia en la trinchera en medio de un bombardeo del que el Alavés salió indemne.
El central brasileño se convirtió en un bastión inexpugnable en el eje de la zaga y su contundencia en el juego aéreo fue determinante para dejar a portería a cero.
Arrancó bien lanzando al equipo al contragolpe con sus servicios, pero desapareció muy rápido del juego y tampoco fue capaz de ayudar a Martin a cerrar el costado derecho.