Vitoria - Es el fútbol cada vez un mayor negocio en el que los sentimientos se aparcan con una facilidad que llega a ser inquietante, pero en el caso de Manu García los argumentos favorables a su renovación hay que encontrarlos tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. Seis temporadas, 204 partidos, ascensos a Segunda y Primera División, una final de la Copa del Rey, presencia casi indiscutible con todos los entrenadores que han pasado por el banquillo, protagonista directo de varios momentos históricos, un rendimiento creciente adaptándose a las exigencias de las nuevas categorías, una capacidad competitiva asombrosa desplazando a jugadores que estaban llamados a sustituirle... En lo meramente deportivo, la balanza se inclina irremediablemente de manera favorable a un jugador que ha ofrecido un rendimiento muy por encima del que nadie se podría imaginar cuando llegó al club en el verano de 2013. Pero, además de ofrecer cada temporada un nivel muy por encima de su valor de mercado -el suyo es uno de los salarios más bajos del equipo cuando es de los que más juegan curso tras curso-, en este caso también es importante valorar su condición de capitán y emblema del alavesismo. Un tipo de figuras de las que, históricamente, no va sobrado El Glorioso y de las que en ningún caso se debería prescindir.

Después de seis campañas siendo protagonista de momentos históricos, Manu García es un referente para los aficionados. Y, como vitoriano, un ejemplo para los chavales. Un alavesista de toda la vida al que le llegó la oportunidad, tras mucho esfuerzo, de cumplir el sueño de pasar de su asiento en Mendizorroza al césped del estadio del Paseo de Cervantes. Un cariño que se demuestra por las calles de Vitoria o cuando le toca representar al club en cualquier acto. Siempre con una sonrisa y buenas palabras en la boca, puede vanagloriarse de no haber negado nunca un autógrafo.

Pero la importancia de Manu no solo hay que encontrarla en el césped o de puertas para afuera como embajador del club. Como capitán, dentro del vestuario su peso es fundamental. Anfitrión de los recién llegados, es él quien se encarga de transmitir en lo más íntimo del equipo las esencias del Alavés. Nadie mejor para ello que alguien que lo ha vivido durante toda su vida y que acumula tanta experiencia a sus espaldas en el devenir de la entidad en los últimos años.

Y es que, cuando las cosas van bien no hay necesidad de mayores aspavientos. Los problemas llegan cuando vienen mal dadas y hay que tirar de galones. Cuestiones que nunca suelen salir de un vestuario, pero que están ahí. Y donde son necesarias personas que hablen claro. Un aspecto en el que, por ejemplo, Gaizka Toquero fue fundamental en las dos últimas campañas y en el que también destaca el actual capitán. - DNA