Vitoria - Una eliminatoria que se resuelve en los penaltis habla de una enorme igualdad y, en situaciones así, los pequeños detalles cobran aún mayor importancia. En el global de toda la serie y si, como en el boxeo, este combate se hubiese resuelto a los puntos, el Deportivo Alavés habría sido el vencedor. Ya en Mestalla se mostró durante una hora superior al Valencia para acabar regresando a Vitoria en situación de desventaja por el 2-1, mientras que ayer pasó durante casi todo el encuentro por encima del equipo de Marcelino García Toral. Pero el fútbol es un deporte diferente, el más peculiar de todos. No entiende de mejores y de peores. Ni de justicias a injusticias. El Glorioso fue mejor que su rival ayer, pero, como en la ida, no supo manejar su situación ventajosa para que la serie y la clasificación acabasen cayendo de su lado como bien se mereció.
El enorme esfuerzo y el sensacional despliegue futbolístico que el Alavés desarrolló durante todo el partido tuvo su premio justo cuando Munir apareció en el campo. Hasta entonces, al cuadro albiazul le costó unir dominio con oportunidades. Unos segundos antes de su ya merecido gol en el minuto 73, el Valencia tuvo la ocasión de sentenciar la eliminatoria con una doble ocasión salvada por Sivera y el palo. En ese momento de crisis, apareció el delantero madrileño para marcar en el primer balón que tocó tras entrar desde el banquillo.
Había hecho el cuadro albiazul lo que siempre le resulta más complicado. Y, como le pasó en Valencia, en ese momento le faltó poso, pausa y cabeza fría para conservar su ventaja. En Mestalla, la alegría apenas le duró siete minutos y después llegaron de seguido el gol de Guedes, la expulsión de Diéguez y el tanto de Rodrigo que ponía la eliminatoria cuesta arriba. Una situación que se vivió repetida de nuevo el pasado domingo en un tramo final en el que se perdieron dos dianas de ventaja ante el Leganés en un tramo final en el que sobraron los nervios. Y se repitió de nuevo ayer con una mala gestión de la ventaja que condujo al empate de Santi Mina apenas cuatro minutos después del gol de Munir.
Visto en frío, que es lo realmente difícil sobre el césped cuando las emociones están a flor de piel, a los jugadores albiazules les sobró pasión en ese interludio de un tanto a otro. Lejos de replegarse y ceder el balón al rival, el Alavés quiso seguir mordiendo y buscó la diana que sentenciase la eliminatoria, asumiendo muchos más riesgos de los que eran necesarios.
Tras un error con el balón con todo el equipo adelantado, el Valencia montó un contragolpe letal. Eso sí, en una jugada marcada por el toque de Zaza -leve o no, un empujón a un futbolista que estaba en el aire- en la espalda de Laguardia que desequilibró al central en su salto buscando el despeje al que no llegó, dejando franca la carrera de Mina hacia el gol del empate que acabaría siendo definitivo.
Poco se le puede achacar al conjunto vitoriano en líneas generales, pero esta experiencia negativa también tiene que servir como aprendizaje pues en una sola semana la gestión de las ventajas no se ha realizado de la manera debida. Pequeños detalles que han provocado una indigestión y la eliminación.