vitoria - Lo tocó con la punta de los dedos pero la mala suerte o la falta de acierto, según se mire, privaron al Glorioso del que hubiera sido el mejor regalo por su reciente 97 cumpleaños, el pase a la semifinal de la Copa del Rey, la que hubiera sido la sexta de su historia. Lo tuvo ahí y lo tuvo cerca el Alavés, pero unas veces la mala gestión de la ventaja en el marcador -algo que ya le ocurrió en el partido de ida- y otras la fatídica tanda de penaltis, donde el equipo marró tres lanzamientos desde los once metros, impidieron al alavesismo completar otra de esas noches para la historia. Otra velada que había comenzado a tomar cuerpo con el gol de Munir, que decayó apenas un par de minutos después con el empate de Santi Mina y que alcanzó el éxtasis con el 2-1 a falta de cinco minutos para el final, obra de nuevo de Sobrino, que invitaba a pensar en la machada en el tiempo de la prórroga. Pero no pudo ser. Castigado hasta la extenuación tras un derroche físico extraordinario, el pez chico se quedó ayer de nuevo sin premio y otra vez el fútbol privó de justicia al mejor. El plantel albiazul cerró de golpe y de la peor de las maneras su página copera en la presente temporada y ya piensa en lo que le resta de curso, cuyo principal objetivo no es otro que la permanencia. En este contexto de tristeza contenida, el alavesismo no quiso resignarse a llorar por la eliminatoria y sí en cambio ensalzar si cabe con más orgullo que nunca el nombre y el escudo de su equipo. Por eso antes, durante y después del partido no cejó un instante de agradecer a sus jugadores el esfuerzo realizado, la actitud mostrada y el ritmo eléctrico que imprimió al partido desde el pitido inicial, lo que contribuyó a presenciar un espectáculo magnífico. Se emocionó el alavesismo tarde, en el minuto 72, con el gol de ese hombre letal llamado Munir, pero el sueño apenas duró cuatro minutos porque el empate del Valencia cayó como un jarro de agua fría sobre Mendizorroza. Pecó de novato el Alavés, sí, pero se sobrepuso. Como también lo hizo el meta Sivera, espléndido después de las dudas surgidas tras el error de bulto en el primer gol del partido de ida, o Sobrino, batallador y centelleante ayer como nunca. También Ibai, capitán por circunstancias que voló hasta que aguantó la gasolina, y Martín, ese joven que ya es un veterano. Por no hablar de Duarte, del que podría decirse que progresa adecuadamente, o Tomas Pina, faro y referencia por méritos propios a estas alturas del campeonato. Hechos, circunstancias y motivos más que suficientes para creer en este grupo y sentir orgullo aún en la derrota. “Así sí podemos caer”, rugía potente el alavesismo.
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