Aunque la sensación general en la expedición albiazul era muy buena a pesar del resultado, hubo un jugador que seguramente no compartía ayer dicho optimismo. Se trataba del portero, Antonio Sivera, habitual en las eliminatorias coperas en detrimento de Pacheco que ayer firmó un regreso a la que siempre ha sido su casa hasta que el pasado verano fue cedido al Alavés que no pudo haber salido peor. Porque tuvo el joven guardameta una incidencia directa en el gol del empate del Valencia y quizá pudo haber hecho algo más en el segundo, el 2-1, con el que la escuadra levantina le daba la vuelta al marcador y recuperaba el pulso de la eliminatoria. Hasta la llegada de ese primer gol, la actuación de Sivera había sido correcta e incluso escasa, ya que el buen rendimiento que ayer ofreció el Alavés en los primeros 45 minutos impidió al Valencia protagonizar ninguna ocasión de peligro. Ese dominio territorial que bien pudo haber tenido un gol como recompensa -ocasiones claras tuvo el Glorioso con Sobrino y Hernán Pérez en los primeros cinco minutos- ayudaba a consolidar la confianza del meta valenciano en su regreso a Mestalla. Sin embargo, fue ponerse el equipo por delante en el marcador con un golazo de Sobrino cuando al Valencia no le quedó más remedio que soltar lastre y lanzarse a por la victoria hasta que en el minuto 73, en un disparo escorado y sin aparente peligro de Guedes desde el vértice del área, el meta albiazul se mostraba tremendamente blando de manos, mal colocado y permitía que el balón se colara plácidamente hasta el fondo de la red. Empate y un palo en toda regla para el joven portero más que para sus compañeros y que quizá percutió entonces en su confianza, que no volvió a ser la misma hasta el final. Porque solo unos minutos después, en el 83’, tuvo que volver a recoger el balón de las mallas tras el gol esta vez de Rodrigo, prácticamente a bocajarro y por su palo corto y donde quizá Sivera pudo haber hecho algo más.
lección para el futuro Sea como fuere, lección para el futuro la que ayer se llevó el cancerbero albiazul de Mestalla. Porque si bien en las rondas anteriores ante Getafe y Formentera su participación había pasado prácticamente desapercibida debido al dominio del Alavés ante sus rivales, ayer le tocó probar la fruta más amarga de este deporte, la que peor le puede sentar además a un portero: perder un partido tan importante y quedar marcado además por un error de bulto. Sivera tiene una semana por delante para rumiar en solitario su rabia y restituir su confianza. No debería olvidar que el fútbol siempre da una revancha.