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1-0, minuto 60: Munir. Centro de Pedraza que Duarte cabecea y Munir empalma con la derecha ajustado al palo izquierdo.

Amonestó a Manu García (minuto 20), Luis Hernández (minuto 28), Duarte (minuto 28), Ontiveros (minuto 28), Miquel (minuto 56), Burgui (minuto 57), Recio (minuto 70).

Vitoria - El Deportivo Alavés a punto estuvo ayer de caer derrotado ante un rival invisible que se encontraba dentro de la cabeza de cada uno de los albiazules que ayer estaban en Mendizorroza y que hizo mucho más daño que el Málaga. Los nervios atenazaron al Glorioso durante unos noventa minutos en los que fue ampliamente superior al conjunto andaluz en un duelo que tuvo que haber ganado con enorme autoridad y comodidad. El estado de necesidad en el que se encontraba el equipo y la evidencia de que tres puntos servían para salir, aunque sea momentáneamente, del descenso se convirtieron en dos lastres que a punto estuvieron de costar muy caro. Pero, al final, el fútbol fue justo con este equipo al que ni siquiera los nervios pusieron freno, aunque el sufrimiento fue enorme.

Por tercer partido consecutivo dispuso Abelardo la que ha asumido ya como su alineación de cabecera y que tan buen rendimiento le dio en el triunfo ante el Las Palmas y que también respondió con garantías en el duelo contra el Atlético. Mismos nombres y misma idea, con esa intensidad que el técnico gijonés considera innegociable. Presión adelantada para entorpecer la salida del rival y buscar la contra, argumento idéntico al de un Málaga que no se dejó arrollar en el arranque.

Esa actitud de los dos contendientes dio de sí una pelea de tú a tú a pecho descubierto. Cuando conseguían sobrepasar la primera línea de presión, los dos equipos se encontraban con espacios por delante para avanzar y plantarse en las proximidades del área. El primero en buscar el gol fue Munir con un remate casi sin ángulo, a lo que siguió un balón que se paseó por los dominios de Pacheco sin que llegase Peñaranda a remachar y, acto seguido, de nuevo la oportunidad albiazul llevó el nombre del punta madrileño, que estrelló un mano a mano sobre Roberto.

El Alavés, detectada la debilidad defensiva en el flanco diestro de la zaga visitante, estaba ya completamente revolucionado. Corrían las piernas más que la cabeza, lo que no fue positivo en la toma de algunas decisiones en situaciones muy ventajosas. Pasaban los minutos, se teñía el partido por completo de albiazul, pero fallaba la resolución. Ni se acertaba en el remate ni tampoco a la hora de dar un servicio definitivo en el área. Un exceso de tensión en la vanguardia que impedía materializar con un gol la evidente superioridad que se plasmaba sobre el verde. Faltaba un punto de pausa, esa frialdad necesaria para la buena toma de decisiones que tan complicada se vuelve cuando se juega con un exceso de revoluciones. El estado de necesidad de El Glorioso se hacía notar, para mal, y las tablas se mantenían al descanso.

El segundo acto comenzó como había transcurrido gran parte del primero. En lo bueno, el boquete abierto en el flanco derecho de la defensa del Málaga cada vez era más grande con Pedraza desbocado; en lo malo, con Munir reiterando en el error, esta vez en un disparo a puerta vacía que mandó al larguero. Poco después, de nuevo el madrileño tenía el tanto en su bota izquierda con una vaselina que se le fue rozando el poste. Una noche negra de delantero, que entre patadas y fallos comenzaba a desesperarse. Hasta que a la hora de juego, en el remate más complicado y con su pierna menos hábil, la derecha, conseguía por fin ese gol que venía persiguiendo. Su gesto volviéndose hacia la afición para pedir perdón por sus errores justo después de haber marcado lo decía absolutamente todo.

El muro caía derribado a base de empujar y empujar con la persistencia de un Munir al que no queda otra que alabarle el esfuerzo y solo faltaba resistir a la previsible reacción malagueña, pero, sobre todo, al incremento todavía aún mayor de esa sensación de nerviosismo que ya había agobiado al equipo desde el arranque del encuentro. Una situación muy difícil de lidiar a causa del estado de enorme necesidad que vive este equipo, cuestión que pesa lo suyo. Salir del descenso estaba muy cerca, pero quedaban minutos de interminable sufrimiento. Fueron más las dudas por la estrechez del resultado que por los agobios que generó el rival, pero no podía ser fácil. Al final, ni siquiera los nervios frenaron la resurrección de este Alavés que se aferra con uñas y dientes a Primera División.

Brillante de nuevo. El asturiano dio continuidad al buen trabajo de los partidos precedentes con un partido en el que la diferencia a favor del Alavés fue mucho mayor de la que se acabó reflejando en el marcador. Los nervios por la necesidad hicieron mella en su equipo, pero en ningún momento dejó de creer e insistió en su ofensiva hasta conseguir marcar para sacar otra gran victoria.

Sin pausa. El Málaga aguantó el primer arreón alavesista, pero a partir del cuarto de hora de juego el partido se tiñó de albiazul. El cuadro local comenzó a presentarse en el área de Roberto de manera constante, pero ni acertaba con sus escasos remates ni tampoco los pases que debían ser definitivos encontraban destino.

Por fin, Munir. El delantero madrileño estaba viviendo una noche negra con errores en varios remates muy favorables, pero el punta acabó acertando en el disparo más complicado para poner en ventaja a un Alavés que hubo de padecer por culpa de sus propios nervios para ganar.

Llevaba una noche para olvidar con una catarata de ocasiones erradas, se estaba desesperando por las patadas que recibía, pero acabó marcando en el remate más difícil un gol decisivo.

Dentro del buen nivel general del equipo, el bilbaíno se empeñó en abandonar la banda derecha y asumir posiciones más centradas donde muchas veces estorbó más que ayudó.