Vitoria - Una jornada después de la increíble victoria de Girona continúa siendo difícil explicar lo ocurrido sobre el terreno de juego. Complejo tratar de hacer entender que un equipo que jugó de forma pésima durante prácticamente 70 minutos y que llegó a estar muerto a esas alturas con dos goles en contra, fuera capaz de darle la vuelta al marcador como lo hizo el Alavés. Un milagro inexplicable en apenas 21 minutos que devuelve al Glorioso a la vida y lo enchufa anímicamente de cara al trascendental partido de este viernes en Mendizorroza ante el Las Palmas, un rival directo en estos momentos en la lucha por la permanencia junto al Málaga y al que la escuadra albiazul deberá derrotar “por lo civil o lo criminal” si desea mantener intacta su dinámica de buenos resultados, que no de juego. Por todas estas circunstancias pero sobre todo por las formas más que por el fondo de la victoria ante el Girona, el equipo celebró el triunfo como si de un título se tratara. Y no era para menos porque una derrota en Montilivi hubiera abocado prácticamente al equipo al descenso y echado por tierra el factor sorpresa que supone la llegada del Pitu Abelardo... Pero como “esto es el fútbol” y “esta es su grandeza”, como reconocieron al final del partido tanto Abelardo como Machín, en apenas unos minutos el Alavés pasó del purgatorio al firmamento con un subidón de tal calibre que la sensación en estos momentos es que este plantel mal confeccionado y en franca depresión de juego puede venirse arriba en cualquier momento a nada que a su entrenador le de por aplicar la coherencia y ubique a cada jugador en su sitio. De lo contrario, se corre el mismo riesgo de caer en la mediocridad y la ramplonería por la que ya transitaron Luis Zubeldía y Gianni De Biasi semanas atrás. Como quiera que El Pitu conoce la casa y también a la plantilla -ahí los informes de Javi Cabello se van a tornar decisivos-, hay margen de ilusión para que el alavesismo se agarre también a la permanencia. Según las reacciones de los propios jugadores tras el partido, la sensación de unidad y compañerismo que el lunes respiraba el vestuario albiazul nada tenía que ver con los agravios y las acusaciones vistas en la goleada ante el Getafe, donde probablemente De Biasi cavó su propia tumba al tildar de “vergüenza” lo ocurrido en el campo. Dado que ahora la ola parece ser la buena -al menos en lo que a motivación se refiere- y el equipo ha logrado encadenar por primera vez en la presente temporada dos victorias consecutivas entre Liga y Copa, sería buen momento para apuntar este viernes al Las Palmas en casa con la idea de sacar al enfermo de la UVI y subirlo a planta después de demasiadas semanas de angustia. Abelardo lo sabe y los jugadores también. Por eso ayer en el regreso al trabajo en Ibaia tras el milagro de Montilivi, la consigna del asturiano pasó por fortalecer los aspectos positivos de sus jugadores y analizar los continuos errores defensivos que le están costando al equipo la categoría. De momento la primera de las 25 finales de Abelardo se saldó con nota, que no juego. Está por ver ahora si el equipo, después de lo visto en los últimos minutos de Girona, es nuevamente reconocible y capaz de exponer argumentos lógicos y determinantes para salir a ganar el partido ante un rival que también se juega la vida.