Vitoria/Eibar - Los 55 kilómetros que separan Vitoria de Eibar no dan para demasiadas variaciones en lo que a la meteorología se refiere, pero albiazules y azulgranas viven, en el apartado futbolístico, bajo dos condiciones climáticas bien diferentes desde la última jornada. Los nubarrones se han tornado todavía más negros de lo que ya estaban sobre el cielo de Mendizorroza al mismo tiempo que unos poderosos rayos de luz han despejado el similar panorama de oscuridad que se cernía sobre Ipurua. Siempre se ha significado la relevancia en el balompié tiene un estado anímico y los dos protagonistas del derbi de este sábado llegan al mismo en situaciones completamente contrapuestas, lo que no quiere decir que esa tendencia no pueda cambiar cuando el reloj esté cercano a las tres de la tarde y las dos aficiones estén abandonando el estadio del Paseo de Cervantes.

Que la alegría va por barrios y momentos se puede contrastar a la perfección con el ejemplo de la última jornada liguera. El Glorioso viajaba a Getafe con el impulso de una victoria precedente y la ilusión de encadenar un segundo triunfo consecutivo que le permitese abandonar la zona de descenso momentáneamente y, en el caso de que el Eibar no pudiese ganar el lunes al Betis, quedar fuera de ella justo antes del derbi subsiguiente con el vecino guipuzcoano.

Un mundo ideal que se quedó en cuentas de la lechera que rompe su cántaro mientras se pierde en ensoñaciones. Perpetró el Alavés el mayor estropicio de lo que va de campaña en el Coliseum, donde sufrió algo mucho más doloroso que una simple derrota. Dejó de sumar puntos, pero perdió en todo lo demás. La confianza, las buenas sensaciones, la solidez, la competitividad... Todos los argumentos que se habían construido en torno al equipo desde la llegada de Gianni De Biasi saltaron por los aires en tierras madrileñas.

La opción de comprimir la clasificación quedó desterrada en apenas nueve minutos, pero eso no fue lo peor. La sensación actual es que hay que erigir prácticamente de cero un nuevo edificio sobre los escombros que han quedado del derrumbe. Hay que gestionar, y evidentemente mejorar, el apartado futbolístico, pero las sensaciones que el equipo transmitió en lo anímico fueron pésimas.

Si desde la vertiente vitoriana se hicieron pedazos todas las expectativas, desde el armero se superaron incluso las más optimistas. Era el Eibar un equipo triste, de identidad perdida y que en nada se parecía a sus versiones precedentes en Primera División. Débil en defensa e ineficaz en la ofensiva, sus registros apuntaban al desastre. Y eso a pesar de no haberse visto en ningún momento en la zona roja.

Todo eso lo dinamitó el conjunto de José Luis Mendilibar el pasado lunes contra el Betis. Un equipo que había marcado solo seis goles -el peor con el Alavés en esos momentos- en todo el curso fue capaz de meter cinco en un solo partido. Pero, más allá del abultado resultado, los armeros recuperaron los valores que les han hecho reconocibles desde siempre.

Fueron los azulgranas agresivos en la presión, aguerridos en la lucha por el balón y tremendamente contundentes en el intercambio de golpes. El perfecto ejemplo de ese púgil que maneja todos los recovecos del cuadrilátero -e Ipurua es muy especial en este sentido- y que es capaz de conectar puñetazos contundentes al tiempo que se defiende a la perfección.

El conjunto guipuzcoano está firmando sus peores registros desde que subió a Primera, ya que sus actuales once puntos se encuentran por debajo de sus cifras precedentes. Incluso de los de la temporada 2013-14, en la que acabarían descendiendo, aunque conservasen finalmente la categoría en los despachos. Entonces, de la mano de Gaizka Garitano llevaban trece puntos en las doce primeras jornadas, cifras significativamente mejoradas por Mendilibar, con 20 en la 2015-16 y 18 en la 2016-17. Pese a que las cifras actuales no son las mejores, los armeros sonríen en estos momentos. Pese a lo mal que lo han hecho hasta la fecha, siguen fuera de la zona de descenso. Con cierta comodidad, además, ya que tienen cuatro puntos de renta respecto al Málaga y cinco con Alavés y Las Palmas. Más de un partido de distancia con un derbi por delante en el que le pueden dar la estocada mortal al vecino vitoriano.