Vitoria - Hace un año y medio el Deportivo Alavés consideró que José Bordalás no era la figura adecuada para liderar el proyecto deportivo del regreso a Primera División desde el banquillo. Quien fuera gurú del ascenso de 2016 se quedó a las puertas de la gloria que para él hubiese supuesto estrenarse en la máxima categoría en un Mendizorroza que le idolatraba. Tenía que volver a empezar un nuevo proyecto y lo haría, además, desde la parrilla de bombero al quedarse en verano sin banquillo por su tardía salida del Paseo de Cervantes. Un errático Getafe que naufragaba en el fondo de la tabla en Segunda División recurrió a la fórmula del alicantino, que lideró la remontada que acabó con el regreso a Primera de los madrileños en el play off. Al aficionado alavesista no hace falta explicarle demasiadas cosas acerca de su estilo, métodos o peculiaridades. La duda que quedaba por despejar era la adaptación de este estilo Bordalás a la exigencia de la máxima categoría. Una cuestión que el preparador levantino no ha tardado en dejar zanjada manteniendo ese sello que ha caracterizado a todos sus equipos y que está funcionando también en la elite en la que, por fin, ha conseguido estrenarse.

Fiel a su costumbre, el alicantino se ha rodeado de su guardia de pretorianos de confianza en este proyecto. Los jugadores que han estado en sus anteriores proyectos y le han ofrecido rendimiento siempre reciben su llamada y, en algunos casos, la confianza va más allá de los terrenos de juego. Ejemplo claro es el de Sergio Pelegrín, quien recién colgadas las botas ha vuelto a ponerse a las órdenes de Bordalás, ahora como técnico asistente. O el de Dakonam Djené, recuperado del Sint-Truiden belga y del que estaba enamorado desde su etapa en el Alcorcón.

Con media plantilla que se mantiene del ascenso, el Getafe recurrió en verano a la categoría de plata para contratar a varios futbolistas que la pasada campaña militaban en Segunda División para fortalecer su actual proyecto, sobre todo en su vanguardia. Así, del Tenerife llegaron Gaku Shibasaki y Amath Ndiaye -este tras comprárselo al Atlético de Madrid-, Ángel Rodríguez lo hizo desde el Zaragoza y Chuli fichó procedente del Almería.

El Getafe ha trasladado a la máxima categoría, de momento con éxito, ese estilo con el que Bordalás se ha ganado una reputación, y no siempre positiva, en Segunda. Un equipo comprometido, solidario, con un enorme trabajo táctico y duro como pocos. Contra los equipos del alicantino, buscar el intercambio de golpes es un serio riesgo. Defiende muy bien, es poderoso a balón parado y, hasta la fecha, ha solventado el problema de cara a la portería rival que suelen tener los recién ascendidos.

Presión fuerte desde la primera línea, trabajo incansable de piernas en la zona ancha y una defensa expeditiva y contundente. Todo ello para forzar recuperaciones y buscar salidas rápidas a través de la velocidad de las bandas o buscando el desplazamiento en largo para los delanteros, además de una tremenda efectividad en las acciones de estrategia. Fútbol a la antigua usanza, pero interpretado a la perfección. Su único punto negro, el carácter especulativo que en demasiadas ocasiones exhibe cuando considera que un marcador le es favorable, repliega al equipo y se olvida de atacar, cuestión que este curso le ha costado ya algún punto.

Un equipo de Bordalás nunca va a figurar en los puestos de honor en la clasificación del juego limpio. No en vano, los azulones son los que más faltas cometen en Primera, acumulan ya treinta amarillas y también una roja. Y el propio técnico se va a meter a lo largo de la temporada en unos cuantos charcos, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. El estado del césped del Coliseum o sus críticas en sala de prensa a los colegiados ya han sido protagonistas este año. Pero sus proyectos siempre son enormemente competitivos y los futbolistas creen a muerte en la persona que lleva las riendas. Así se explica, sin ir más lejos, el éxito de su Alavés, ni de lejos el equipo más talentoso ni con mayor calidad de aquella campaña, pero el mejor a la hora de competir. Precisamente, el mismo sello que caracteriza ahora a un Getafe que ha demostrado que el estilo Bordalás también puede ser válido en Primera.