Vitoria - “Es lo mismo de siempre. Llegamos, llegamos y nada. Y ellos con un par de zarpazos les vale. Es la misma película de siempre”, lamentaba ayer en los aledaños de Mendizorroza un aficionado albiazul, visiblemente contrariado por la “mala suerte” de un equipo que ayer jugó como nunca y perdió como siempre. Y al que el alavesismo despidió entre aplausos como reconocimiento a un derroche físico encomiable que terminó con los jugadores desfondados sobre el césped. Cruda derrota ante un equipazo de autor que, sin embargo, no debería empañar el horizonte. Como apuntaba otro aficionado al final del partido, “nuestra liga empieza realmente ahora con la llegada de rivales como Getafe, Eibar, Girona y Las Palmas”.
Al igual que la pasada temporada, el calendario de la décima jornada de Liga quiso emparejar al Alavés y al Valencia en Mendizorroza un sábado y a la misma hora, la una de la tarde, quizá una elección muy poco futbolística desde el plano del aficionado pero que en Vitoria hace ya tiempo que dejó de tener afección alguna porque de nuevo ayer acudió en masa a la cita con su equipo. Casi 18.000 aficionados, según las cifras que hizo oficial el club, arroparon al Alavés en una nueva derrota en casa de esta temporada, lo que empieza a conocerse por algunos lares como el particular Día de la Marmota del alavesismo. Fue una afición que en ningún momento dejó solo a su equipo. Una alavesismo que a pesar de las circunstancias y de la mala clasificación en Liga se ilusionó con la entrada de Santos en el once titular y que contuvo el aliento cada vez que ese puñal llamado Pedraza agarraba la pelota en la línea de tres cuartos e iniciaba un espectacular eslalon que recordaba, y mucho, a las cabalgadas que el año pasado protagonizaba en esa misma banda Theo Hernández, hoy en el Real Madrid. En ese contexto, la matinal comenzó bien. Hasta tres cabalgadas hasta la misma línea de fondo de Pedraza en los primeros 25 minutos auguraban que, a pesar de la dificultad, algo bueno podría suceder ayer en Mendi. Pero como siempre que a un perro flaco todo son pulgas, la esperanza del alavesismo se esfumó en el minuto 34, cuando un mal despeje del debutante Diéguez en su propia área era aprovechado por Zaza, quién sino, para adelantar al Valencia y permitir al italiano sumar su noveno gol en diez jornadas, seis de ellos de forma consecutiva.
El varapalo enmudeció Mendizorroza, que a estas alturas ya parece resignado a asumir el destino de su equipo. Si además el rival de turno es el mejor Valencia de las últimas temporadas -actualmente segundo en la tabla disputando la supremacía del fútbol español a Barça, Real Madrid y Atlético de Madrid-, las posibilidades de venirse arriba son cada vez más complicadas, por mucho que el corazón empuje a la razón.
Con este clima tan depresivo en el ambiente se alcanzó el ecuador del partido. Cabezas bajas y brazos caídos camino del vestuario y caras largas en la grada como preámbulo a una segunda mitad donde el equipo, contra todo pronóstico, se rearmó con un tempranero gol de Alexis (min. 49) y varias ocasiones claras después que definitivamente metieron de nuevo a la afición en el partido, testigo de los mejores momentos de juego de la temporada. Para entonces, el Valencia estaba grogui, muy cerca de la lona, mientras que De Biasi, por contra, tenía el partido donde quería. Pleno de intensidad, presión, y actitud. Un correcalles en toda regla impulsado por una afición que tocaba con los dedos de la mano el segundo gol de su equipo tras varios disparos de gran peligro de Munir. Pero cuando mejor estaba el equipo, llegó el segundo mazazo del partido. Mano clara de Ely en el area albiazul y penalti que decretó González González para que Rodrigo, en el minuto 65, volviera a adelantar al Valencia. Y ahí se acabó todo lo que se daba. El golpe resultó tan duro que las piernas de los jugadores, de repente, se congelaron y ni tan siquiera el aliento incombustible de la afición pudo levantar el ánimo de los jugadores. Movería poco después el banquillo De Biasi pero el Valencia, para entonces, ya había decidido dormir el partido. Y ahí entró el duelo en una fase de continuas faltas e interrupciones que impidieron al Alavés coger ritmo y a la escuadra Che, por contra, disfrutar de largas posesiones hasta dar con el espacio perfecto en favor de Zaza, Rodrigo o Santi Mina. El Valencia llegó y sufrió pero en dos zarpazos puntuales mató el partido. El Glorioso, por contra, tuteó e incluso encerró durante varias fases a su rival pero a día de hoy continúa necesitando demasiadas oportunidades para concretar un gol. Y en el fútbol profesional, normalmente, éstas suelen ser un bien escaso.