El Deportivo Alavés que había sembrado su futuro de dudas en los dos primeros compromisos ligueros abonó el campo de la preocupación con una actuación en Vigo que tiene que servir para que todos los estamentos de este club se sienten a reflexionar con calma y sosiego. Lo peor que se puede decir de un equipo es que no corresponde a la definición como tal o que no tiene una idea de juego asimilada y esos dos males afectan claramente a la actual versión de un Glorioso que en estos momentos no sabe prácticamente ni por dónde le da el aire. Golpes de timón desde el banquillo de una semana a otra, elección de futbolistas que corresponden a una idea de juego que luego no se desarrolla en el verde y la sensación de que ni siquiera hay una pizca mínima de orgullo que supla la carencia de fútbol. Más que la derrota, ya de por sí negativa, lo grave son las sensaciones de un equipo que, de momento, no merece definirse como tal.

Las novedades en el once inicial de Zubeldía eran esperadas, pero no sorpresas del calibre de las que presentó el técnico de Santa Rosa, que, recuperando el dibujo 4-2-3-1, apostó por Dani Torres -inédito hasta ahora- como pareja de Tomás Pina, con Enzo Zidane de mediapunta, un Óscar Romero que llegaba tras acumular dos partidos completos con Paraguay y el debut en punta de ataque de Bojan Krkic, el único de los tres últimos fichajes que actuó de inicio, quedándose incluso Álvaro Medrán sin convocar.

Había ahondado el preparador alavesista en su deseo de tener un mayor control del esférico que en partidos precedentes, pero desde el arranque el balón fue celeste con un conjunto vitoriano muy replegado en su propio campo y esperando claramente al rival. Tras una primera ocasión de Maxi Gómez, los albiazules cerraron bien los espacios, sobre todo a través del intercambio y movimiento de piezas del centro del campo hacia adelante, aunque echaba mucho de menos las apariciones del trío de mediapuntas.

El Glorioso solo se estiraba tras la recuperación y así se encontró Bojan con una ocasión de oro tras salir a la carrera desde el centro del campo en un balón en profundidad. El de Linyola llegó trastabillado al mano a mano y no fue capaz de definir ante la salida de Sergio Álvarez. El recién llegado se convirtió en gran protagonista, con un posible penalti de Fontàs y una nuevo remate salvado por el guardameta del Celta.

Tras ese alboroto, de nuevo el equipo local se adueñó del esférico, buscando el peligro por las bandas de Aspas y Sisto. Pasada la media hora, el extremo izquierdo percutió por enésima vez ante un Romero incapaz de frenarle y sacó un centro que Maxi Gómez leyó a la perfección para ganarle la partida a Alexis y cabecear al fondo de la red. El tramo que condujo hasta el tiempo de descanso fue de naufragio absoluto por parte de un Alavés incapaz de achicar el agua que inundaba el barco y amenazaba con llevarlo a pique con algún gol más que decidiese el partido, aunque al final el 1-0 fue todo el daño cuando se enfiló el vestuario.

Zubeldía decidió no cambiar nada en el entretiempo y tampoco se produjo variación alguna en el devenir del partido. Sin balón, el equipo sufría lo indecible para frenar al Celta y se mostraba incapaz de dar un golpe de timón para variar el discurso de un encuentro por el que deambulaba con absoluta tristeza.

Pasaban los minutos, movía el banquillo el preparador argentino y absolutamente nada cambiaba. Desorden táctico, imprecisiones con el balón y nula profundidad más allá de las esporádicas apariciones de un Bojan que, además, fue uno de los sacrificados en las sustituciones. No se puede decir que el Alavés se diluía porque para eso antes tenía que haber tenido un mínimo de solidez para cambiar de un estado a otro, pero lo que era claro es que la mejoría que se necesitaba no se apreciaba por ningún lado. Ni siquiera el orgullo siempre exhibido por este equipo apareció en Balaídos. Se consumió el partido y se consumó la derrota con una absoluta falta de ideas que obliga a la inmediata reflexión para que el mal, que ya es grande, no vaya aún a mayores.

Un desastre. Sorprendió con una alineación que incluía a jugadores como Torres y Enzo que no habían contado para nada, la elección de mediapuntas de talento con el balón no se correspondió con el control del mismo y el equipo jugó aún más deslavazado que en anteriores comparecencias, en las que la imagen ya había sido de por sí bastante negativa. Sin fútbol, sin consistencia y sin reacción.

Nulo equipo. Luis Zubeldía planteó una alineación muy extraña y el Alavés no dio muestras de compenetrarse como un colectivo en todo el partido. La elección de jugadores no correspondió al estilo sobre el césped al carecer del dominio del balón y el equipo dio la sensación de llegar siempre tarde a todos los sitios.

Sin gol. Como en las dos jornadas precedentes, el conjunto vitoriano se quedó sin marcar a pesar de disfrutar de alguna ocasión de las que no se deben fallar nunca. Esta vez fue el debutante Bojan, protagonista en lo poco bueno en el ataque, el que erró un mano a mano muy claro ante Sergio Álvarez.

El único alavesista capaz de ponerle un poco de casta al partido y generar peligro con sus arrancadas de raza. Sufre en defensa, pero al menos aporta velocidad en el ataque.

Un partido horrible del hombre llamado a llevar el timón en el centro del campo, donde acumuló errores con el balón y sufrió muchísimo a la hora de cerrar a los rivales.

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1-0, minuto 34: Maxi Gómez. Sisto gana ventaja en la izquierda para sacar un centro que el delantero aprovecha a la perfección cogiendo la espalda a Alexis para cabecear abajo.

Amonestó a Jonny (minuto 44), Aspas (minuto 52), Vigaray (minuto 66), Jozabed (minuto 68), Torres (minuto 80), Alexis (minuto 86), Ibai Gómez (minuto 89) y Maxi Gómez (minuto 94). Amarilla al entrenador del Alavés, Luis Zubeldía, en el minuto 62 y al del Celta, Juan Carlos Unzué, en el 76.