Vitoria - Cuando un equipo modesto, como es el caso del Deportivo Alavés, encara un encuentro ante un adversario de las dimensiones del Barcelona sabe que buena parte de sus opciones de romper con el guión establecido a priori y sacar algo positivo a la conclusión de los noventa minutos pasan, ineludiblemente, por mostrar un alto nivel de efectividad. Desde la lógica inferioridad que determina la diferente confección de las plantillas, es harto complicado poder aspirar a contar con muchas ocasiones de gol por lo que resulta fundamental aprovecharlas al máximo. Algo que, desgraciadamente, no pudo realizar ayer El Glorioso viéndose obligado a terminar pagando un doloroso peaje por ello.

Se cumplió de esta manera una de las leyes no escritas del fútbol y que reza que el que perdona -especialmente si es el pequeño- acaba pagándolo. Una máxima que sufrió en carne propia la escuadra de Mendizorroza en la tarde de ayer.

Porque si bien es verdad que el Barcelona dominó con absoluta claridad la posesión de la pelota y marcó el ritmo del encuentro desde el pitido inicial, no lo es menos que hasta el penalti marrado por Leo Messi poco antes del descanso el conjunto catalán apenas había disfrutado de ocasiones claras de verdad ante la portería de Fernando Pacheco. El guardameta pacense tuvo que intervenir en varias ocasiones pero prácticamente en ninguna exigido de verdad. Más bien disparos lejanos que el albiazul detuvo sin mayores problemas. Y cuando llegó el examen del lanzamiento desde los once metros volvió a mostrar sus recursos para hacerse acreedor a una nueva matrícula de honor.

En la parte contraria, el Alavés dedicó la mayor parte de su actuación en el primer periodo a defenderse replegado sobre su propio área pero, pese a ello, tuvo en las botas de sus jugadores las oportunidades más claras. La primera en un rápido contragolpe que, aunque en posición adelantada, Sobrino remató a puerta vacía fuera por muy poco. Apenas unos minutos después, el propio futbolista de Ciudad Real tuvo el 1-0 a su alcance en un mano a mano con Ter Stegen en el que el guardameta alemán le ganó la partida desviando su remate con el pie.

Tras el sobresalto del penalti parado por Pacheco, el Alavés arrancó el segundo periodo con una nueva oportunidad clara en el primer minuto, no llegando Manu García por milímetros a empujar el balón sobre la línea de gol. Perdonó El Glorioso y, desgraciadamente, el Barcelona se lo hizo pagar caro.