Hace dos temporadas, José Bordalás confió en Manu García como lanzador de penaltis de un equipo que acabaría consiguiendo el ascenso a Primera División con goles decisivos del capitán. En su momento, la decisión del hoy entrenador del Getafe cogió a todos por sorpresa. Tenía múltiples opciones donde elegir, pero puso sus ojos en un futbolistas que no estaba habituado a ejecutar este arte de la pena máxima. Desde entonces, hasta en cuatro ocasiones hasta ayer había ido el vitoriano al punto fatídico -a las que hay que añadir alguna más en partidos amistosos-, resolviendo siempre la acción con un gol en muchas ocasiones determinante. Al quinto disparo, llegó el fallo. Un error que resultó determinante en el transcurso y resolución de un partido que pivotó en torno a esa fatídica acción para el cuadro albiazul, ya que apenas diez minutos después el Leganés conseguía marcar el gol que resultó definitivo.

Se suele decir que cuando se yerra un penalti el fallo hay que buscarlo más en el error del lanzador que en el acierto del guardameta y esa premisa se le puede aplicar a la ejecución de ayer de Manu García. Le faltó levantar la cabeza justo en el momento del golpeo para ver que Cuéllar no se había vencido. Se quedó en pie el guardameta y el vitoriano tiró al centro. Una parada muy sencilla. En ese mismo momento es cuando a todo alavesista se le pasó por la cabeza la idea de que sobre el campo se encontraba también un Christian Santos que es un maravilloso especialista en los penaltis -metió dos goles el pasado curso desde ahí y esta pretemporada también ha mostrado su puntería buscando siempre la escuadra-, pero los lamentos hubiesen sido los mismos, o mayores aún, en el caso de que el error lo hubiese protagonizado el venezolano. Al final, quien se arriesga es quien puede errar.

Cuesta abajo Tras el fallo en el penalti, el equipo entró en una alarmante cuesta abajo anímica y futbolística. Pesó muchísimo ese penalti detenido por Cuéllar, ya que, conscientes de los problemas existentes a estas alturas sobre todo de cara al gol, cada alavesista penaba en su interior tan clara ocasión perdida.

Apenas diez minutos después era el Leganés el que conseguía marcar el gol que a la postre acabaría determinando que la victoria se quedaba en Butarque. Tras el fallo de Manu García, la media hora restante de la primera parte fue de amenaza de naufragio para un cuadro alavesista que no se acabó por hundir porque el rival no fue capaz de aprovechar semejante superioridad. Un desnivel generado, en gran parte, por un error determinante.