- Tiene el vestuario albiazul y especialmente el alavesismo la sensación de que se ha ido “uno de los nuestros”. Cierto sentimiento de orfandad podría decirse que ya se dio con la marcha de José Bordalás cuando éste llevó al equipo a la Primera División -ayer precisamente se cumplió un año de la efeméride- y días después fue despedido de aquella manera... Con el adiós ahora de Mauricio Pellegrino vuelve a suceder algo parecido. Un entrenador conectado a su plantilla y afición que, lamentablemente, tampoco continuará el año que viene al frente del proyecto albiazul. Quizá por eso, las muestras de apoyo y agradecimiento que El Flaco recibió ayer tras dar a conocer los motivos de su marcha fueron una muestra sincera de que el argentino, al igual que en su día lo fue Natxo González o Bordalás, será siempre para la grada local “uno di noi”.
La gratitud infinita que el ya ex entrenador del Alavés se lleva en la maleta comenzó a fraguarse allá por los meses de julio y agosto, con un proyecto aún en barbecho pero con una ilusión a prueba de bombas que el de Leones supo canalizar no solo con sus propios jugadores sino con la afición, que en su primera expresión pública de apoyo al equipo en Ibaia ya le dejó claro que la palabra rendición no formaba parte de su diccionario, lo que implícitamente afectaba a los jugadores. “Sin miedo al fracaso porque hemos convivido con él”, rezaba una pancarta enorme que, como reconocería meses después el argentino, le marcó profundamente. A esa declaración de intenciones le seguirían después otros ejercicios de alavesismo como aquella espectacular presentación del equipo en la plaza de Los Fueros, el acompañamiento más o menos numeroso en todos los partidos fuera de Vitoria a lo largo de la temporada o los tremendos espectáculos de la grada de animación de Mendizorroza, convertido esta temporada en uno de los estadios más fieles y bulliciosos de la Liga.
Por experiencias de este tipo y por saber manejar con gran talante y liderazgo un vestuario tan babilónico fue consolidándose en Vitoria la idea preconcebida de que Mauricio era un buen tipo. Una persona honrada y humilde, al tiempo que un profesional meticuloso y trabajador. Cualidades innegociables para el ADN del Glorioso, que a partir de ahora deberá mirar con lupa el perfil que sustituya al argentino porque con un nivel de ilusión tan elevado, las expectativas pueden terminar devorando al futuro entrenador.
Pellegrino cogió en verano un tractor y nueve meses más tarde lo había afinado tanto que sonaba como un bólido. Un Ferrari capaz de meterle mano incluso al Barça a base de trabajo, conocimiento y sinceridad. Y por ahí se explican muchas de las cosas que han sucedido este curso. Como aquel primer zarpazo al Atlético de Madrid en el Calderón (1-1) o la gran victoria de la temporada en el Camp Nou en la tercera jornada (1-2). Música celestial interpretada por un director al que todo el vestuario consideró casi un padre y al que siempre siguieron con los ojos cerrados. El gran capitán, Manu García, dio fe de ello ayer tras la despedida de su ya exentrenador. “Gracias míster por tu trabajo, confianza y dedicación. Me has hecho mejor. Nos encontremos”.