Por fin era viernes. Ya estaba aquí el finde más esperado de los últimos tiempos. Todo empezaba con la maleta después de comer: un par de camisetas albiazules, bufandas, pañuelos, banderas y mucha ilusión, esperanza y nerviosismo del bueno. Mi hijo Diego, de ocho años, y yo nos montamos en el coche con una sonrisa que no se nos borraba. El CD de 42 canciones de Iraultza preparado para sonar durante 350 kilómetros. De camino por la autopista de Burgos ya íbamos coincidiendo con muchos coches con bufandas y banderas del Glorioso y en adelantamientos todos nos mirábamos y sonreíamos. Mi hijo me preguntaba si yo tenía frío, que tenía la piel de gallina? “No, nada de frío”, le dije. Era la emoción de ver tanta gente viajando con la misma ilusión. Ya en la capital, una vuelta rápida para estirar piernas y pronto a la cama para intentar soñar con lo que iba a pasar el sábado... Amanecimos pronto y meticulosamente nos fuimos vistiendo, como si fuera un ritual, casi en silencio? Yo con camiseta de Luanvi con el 14 de Jordi a la espalda, un par de banderas y pañuelos albiazules; mi hijo uniformado con la equipación del Glorioso, pantalón y camiseta con el 15 a la espalda. Tras dar una vuelta por el centro y ver que ya se empezaba a ver colorido albiazul optamos por ir a la Araba hiria pronto. Cambiamos euros por Glorias y durante unas horas fuimos disfrutando del ambiente que se iba generando. Las imágenes de la final de la UEFA las vi de reojo en la pantalla gigante porque aún hoy, 16 años después, sigo sin poder ver nada de ese partido sin que me entre la congoja. De repente, la población de la fan zone se multiplicó por diez y tomó el barrio vecino del otro lado de la calle. Yo creo que ni los más optimistas esperaban tanta gente? Niños, jóvenes, veteranos, todos de albiazul y con unas ganas de disfrutar que me hacía sentir orgulloso de formar parte de ese grupo. Seguía llegando gente y a pesar del calor y de las dificultades de albergar a tanta gente no vimos ni una mala cara, no era el día. Todo el mundo estaba disfrutando pero era también una tensa espera porque queríamos que llegara ya la hora del partido. Así que dieron las siete. Todos para el Calderón. Habréis visto fotos de la kalejira espectacular que se hizo. Pues nada comparado con vivirlo desde dentro. Creo que es uno de los recuerdos que guardaré para siempre. Ibamos cerca de la cabeza del grupo y al mirar para atrás no se veía el final, solo miles y miles de camisetas albiazules cantando. Todos los que fuimos con niños pequeños sabíamos que con esa kalejira ya eran albiazules para siempre, iban alucinados. No quiero escribir más sobre esto porque las palabras no hacen justicia a la grandeza del momento. ¡Fue algo salvaje! Y llegamos al partido. Llevábamos horas de pie con un calor intenso pero salieron fuerzas renovadas en cuanto entramos en el Calderón. La afición alavesista dando un espectáculo como lo llevamos dando desde hace tiempo. El equipo tenía ya un sobresaliente pero buscaba matrícula de honor. La afición, con matrícula ya desde hace varios años, no paró de alentar al equipo desde antes del pitido inicial. En ese momento, muchos miramos hacia arriba, buscando el apoyo y empuje de los alavesistas que ya no están entre nosotros. Hubo un momento tras el 1-1 que pensaba que con su empuje y el nuestro iba a dar resultado; estaba totalmente convencido de que ganábamos la Copa. En el descanso todos sacamos al entrenador que llevamos dentro y hubo comentarios de todo tipo sobre el planteamiento, el contrario, las jugadas claves? Yo solo sé que este entrenador y estos jugadores nos han llevado a vivir una temporada espectacular y que dieron todo lo que tenían por ganar esta final, pero el rival también juega y además tienen al número 10. Se mantenía la esperanza de salir en tromba ya que el 3-1 al descanso era el mismo que en Dortmund. Pero no pudo ser y aunque el marcador final daba como justo campeón al Barcelona, yo no nos veo como derrotados. Es imposible salir así después de haber vivido lo que vivimos, de ver a miles de alavesistas creer en su equipo y de alentarles hasta mucho después de acabar el partido. No, derrotados ni en broma. Con ilusiones renovadas de ver a este glorioso Alavés que resurge potente otra vez, y ahí estaremos todos los del sábado, o más incluso, para aplaudirles y acompañarles en esta nueva época.