Madrid ? Por el camino firmado hasta alcanzar la final, por el estado físico y mental de los jugadores, la serenidad de su entrenador y la ilusión del alavesismo, existía ayer en el Calderón la sensación de estar ante una de esas noches con sabor a revancha. Una velada para la historia donde poder pasar página y cobrarse la merecida venganza de aquella fatídica noche del 16 de mayo de 2001 en Dortmund, donde el Alavés perdió de manera dramática en la prórroga aquella final de la Copa de la UEFA ante el Liverpool. Aquel gol de Geli en propia meta, aquellas lágrimas de Desio abrazado a Karmona, los ánimos del difunto doctor Zunzunegui... Todo eso parecía estar ayer a las puertas del olvido de la memoria alavesista 5.914 días después, pero no pudo ser. El nuevo batacazo copero envió al Glorioso de nuevo a las catacumbas de la autoestima, obligándole a pasar ahora por un duelo de consecuencias insospechadas. una obra inacabada Por eso es ahí donde deberá salir a flote a partir de hoy la mano templada de Mauricio Pellegrino, si es que finalmente la próxima temporada continúa al frente del equipo. Una decisión que, tal y como avanzó hace ya varios días para la sorpresa del alavesismo, que ya daba por hecha su continuidad, dará a conocer en las próximas horas.De su pericia en la gestión de grupos dependerá ahora la recuperación anímica de un plantel que ayer se presentó en la final con la madurez y el descaro suficientes para competir a este Barça a la cara, de tú a tú, sin miramientos de ninguna clase. Quizá por eso el proceso recuperador será más lento. Pero El Flaco y su guarda pretoriana ya han demostrado este curso tener mimbres suficientes para torear en peores plazas. Porque más allá de los espectaculares números firmados en su primer año en Vitoria ?46 partidos con 18 victorias, 9 empates, 8 derrotas, 53 goles a favor y 46 en contra?, en su haber quedará para siempre la gestión modélica y pausada de un vestuario con aires babilónicos que en verano estrenó 18 jugadores que diez meses después se convertirían en una familia, una banda de colegas igual que la que hace 16 años formaron los chicos de Dortmund.Una obra modelada a su imagen y semejanza que sin embargo ayer quedó inacabada. Así y todo, para los restos quedará su palabra y, sobre todo, su forma de ser. La de un técnico de palabra, meticuloso en su trabajo y honrado que impartió justicia deportiva con sabiduría para transformar un viejo carro en un bólido imparable. Lástima que en la última vuelta, una mala marcha le privara de la bandera de cuadros. l