vitoria - El último escollo a derribar este sábado por el Deportivo Alavés en el camino a su primera corona copera de la historia tiene nombres y apellidos. Se trata del polifacético Gerard Piqué, el jugador que posiblemente despierta más filias y fobias del planeta futbolístico. Si hay alguien que no deja indiferente a nadie, ese no es otro que el central del Barça con una lengua de lo más afilada y un discurso alejado de los tópicos que le lleva a proclamar a los cuatro vientos lo que el resto se atreve a decir, como mucho, en privado.

Capaz de llamar “cono” a un compañero de profesión como Arbeloa con el que ha protagonizado sonadas polémicas y aludir al palco del Bernabéu como el lugar donde “se mueven los hilos de este país”, esos dardos envenenados solo están al alcance de alguien que habla ya como futuro presidente del Barcelona, posiblemente su gran aspiración cuando cuelgue las botas.

Con esa vena antimadridista que al culé más recalcitrante enciende hasta límites insospechados, heredada por cierto de su abuelo Amador Bernabéu, Pique es mucho más que un sensacional futbolista o un chollo para los periodistas ávidos de conseguir un titular. Marido de la colombiana Shakira, empresario de éxito, portavoz blaugrana ante los ataques procedentes de la caverna mediática merengue, motivador ante de los grandes eventos, embajador del Barcelona y por extensión de Catalunya, un influencer en el uso de las nuevas tecnologías, ideólogo de un contrato millonario para su actual club (Rakuten), relaciones públicas, modelo... No hay día en que no esté en el centro de alguna polémica. Incluso la prensa rosa le asedia.

Hijo de un empresario dedicado a los negocios inmobiliarios y de la jefa de la Unidad de Daño Cerebral del prestigioso Instituto Guttman, Piqué estudió en un colegio religioso concertado al que han asistido algunos de los líderes políticos y económicos de la Ciudad Condal. Su familia vive en la zona alta y posee una lujosa casa en la Costa Brava. Llegó a las categorías inferiores del Barça con tan solo 10 años, pero ante la dificultad para asentarse en el primer equipo debió emigrar al extranjero para retornar con galones al club de sus amores.

Tras enseñar los dientes junto a Messi, Cesc y compañía en las categorías inferiores, se hizo un hombre en el Manchester United bajo el manto protector de Alex Ferguson. Regresó a casa en 2008 de la mano de Pep Guardiola y, desde entonces, nadie le tose en el centro de la defensa. En un equipo con urgencias históricas en el puesto de central y al que le ha costado lo indecible encontrarle un buen complemento hasta la reconversión de Mascherano, Gerard es un seguro de vida. Impecable a la hora de sacar el balón jugado desde atrás en una faceta que domina como nadie, convincente en el juego aéreo, con dotes de mando, goleador cuando sube al ataque... Se trata de un jugador básico en la época dorada del Barcelona, que le tiene reservado su sillón presidencial. A sus 30 años, eso sí, aún tiene cuerda para rato. Si en Vitoria cae simpático es porque recientemente le dedicó unas bonitas palabras en una entrevista radiofónica.